viernes

Allons enfants de la patrie...

Madrid 9 de diciembre de 2005

Saludos a todos

Éste es un llamamiento en toda regla para que acudamos, cuantos más mejor, el próximo lunes día 12 de diciembre por la tarde a la reanudación del macrojuicio contra ETA.

Sé que normalmente estos llamamientos suelen acompañarse únicamente de un par de eslóganes, pero yo personalmente estoy bastante aburrido de ver en carteles, pegatinas y camisetas, frases más o menos ingeniosas bajo las cuales, en realidad, hay muy poca cosa (salvo honrosas excepciones en el caso de las camisetas), y por ello, como ya os temíais, voy a extenderme un poquito sobre las razones y objetivos de esta convocatoria (...)


La primera razón de la importancia de vuestra presencia es puramente matemática. Si, como ya os he contado, los días que yo he acudido a la Casa de Campo éramos sólo 5 personas, eso quiere decir que, por cada uno de vosotros que vengáis el lunes, el apoyo ciudadano a la causa crecerá un 20%. Calculad vosotros mismos, en estos estrictos términos de porcentaje, el valor de vuestro apoyo a otros actos a los que hayáis acudido. Ya de por sí ésta es una razón de peso, aunque en realidad no deja de ser meramente secundaria, además de bastante fría.

Desde luego me parece mucho más poderosa esta otra razón: La presencia de todos y cada uno de vosotros, os lo aseguro, no pasará desapercibida ni para quienes acuden regularmente a apoyar el proceso (entre los cuales hay alguna víctima de ETA), ni para la juez, ni para el fiscal, ni desde luego para la otra parte.

Hace un par de días me enteré de algo que ilustra perfectamente lo que intento deciros. Hablaba otra vez con Ilsa por teléfono y le explicaba, sin detallar mucho, que pensaba convocar a mis amigos para el próximo lunes. Ella me aseguraba que agradecería muchísimo cualquier apoyo, por pequeño que pareciera, porque en realidad sería mucho mayor de lo que nosotros nos imaginábamos. Me contó que durante un descanso en el juicio de Jarrai, un día en el que sólo estaban ella y otra persona entre el público -además de las obligadas decenas de borrokas-, se les acercó un hombre mayor y se identificó como el guardia civil que acababa de declarar en la sala protegido tras una mampara opaca. Al parecer este señor llevaba prácticamente toda su vida investigando a ETA y su entorno, y era una verdadera autoridad en la materia. Pero estaba muy cansado, sobre todo porque creía que todo ese esfuerzo, todas esas decenas de declaraciones en otros juicios, no estaban sirviendo para casi nada. Prácticamente había tomado la decisión de tirar la toalla tras esa última declaración, pero entonces las vio a ellas y se dijo que si allí había gente que sin tener ninguna clase de obligación profesional, y sin ser tampoco víctimas del terrorismo, estaban entre el público dando la cara, él no tenía derecho a rendirse. Dicho esto el guardia civil se les echó a llorar... Creo que cualquier comentario añadido que yo pueda hacer sobra.

En esa misma conversación Ilsa me contó otra cosa que por sí sola también bastaría para hacer este llamamiento. Hablando de la poca gente que acudía a este juicio, y sin que en ningún momento se quejara de nada, me explicó que en realidad, si ellos quisieran, la sala estaría llena todos los días, eso sí, llena de ultras, y ese era un apoyo que Ilsa no deseaba de ninguna manera. Por lo visto, en el juicio de Jarrai que antes mencionaba, aparecieron unos cuantos ultras, bastantes, y se comportaron como cabe esperar de ellos. Tanto por razones político-morales como prácticas Ilsa hizo todo lo posible para que no volvieran, y consiguió no solo eso, sino que tampoco hayan aparecido por este juicio. Yo, bastante intrigado, le pregunté cómo lo había hecho. Ella se rió, me dijo que eso no podía contármelo, pero que no debía sorprenderme tanto, porque enfrentarse con grupos organizados de jóvenes radicales no era algo precisamente nuevo para ella. Yo, y vosotros conmigo, nos hemos quedado sin saber cómo demonios Ilsa consiguió librarse de tan desagradable compañía, pero de verdad que hubiera pagado por ver a esa mujer haciéndoles a los ultras "una oferta que no podrían rechazar" o lo que fuera que hiciese. Todo esto me hace pensar que no sólo tenemos una deuda moral con quien prefiere estar sola antes que mal acompañada, sino que también existe un peligro, me temo que más próximo de lo que desearíamos, de que otras víctimas del terrorismo, menos heroicas que Ilsa, acaben sucumbiendo a los cantos de sirena de la ultraderecha. Y si eso ocurre los principales responsables seremos quienes con nuestra indiferencia les hemos empujado en semejantes brazos, o sea, prácticamente la sociedad entera con los políticos a la cabeza.

Si ninguna de estas razones os parece suficiente, creo que es inútil que intente convenceros con otras que todos ya conocéis, así que pasaré a tratar algunas cuestiones practicas para quienes decidan venir. Pero antes de empezar quisiera que quedara bien claro algo. Todo lo que voy a decir ahora, todos los consejos, advertencias y ruegos que os voy a transmitir son, simplemente, mis opiniones sobre cómo me gustaría que sucedieran las cosas, y algunas de ellas además son un poco de perogrullo. No hace falta decir que no tengo la más mínima autoridad, ni siquiera moral, para imponer nada a quien decida acudir a un acto que es un juicio público, para el que como sabéis no hace falta invitación. Pero tal vez si haga falta decir que todo lo que estoy haciendo, incluyendo este llamamiento, lo hago de manera totalmente independiente, por mi propia iniciativa, y sin consultar absolutamente con nadie, así que estas recomendaciones que os voy a hacer ni siquiera serían las "oficiales" de la plataforma de apoyo al macrojuicio. O sea, que yo opino lo siguiente, pero que hagáis lo que os dé la gana.

- Este no es un llamamiento para acudir a ninguna concentración, manifestación, ni cosa que se le parezca, sino para participar como público en un juicio penal. Hay que tener muy clara la diferencia entre una cosa y otra, y tomárselo con la seriedad y el respeto que merece. En estos tiempos en que todo ha de tener un componente lúdico, esto no lo tiene en absoluto, e incluso diría que probablemente es el acto más solemne que existe en un estado de derecho.

- Actuemos con la cabeza, no con las tripas. No caigamos ante ninguna provocación, ni mucho menos provoquemos a nadie. El peor favor que podríamos hacer a quienes intentamos ayudar sería protagonizar algún tipo de incidente. Tal vez esta observación, como otras muchas, esté de más, y no solo porque os conozco y sé que sois gente pacífica, sino porque sinceramente creo que los otros, sobre todo si conseguimos acudir un número considerable de personas y si contamos con el importantísimo factor sorpresa, se van a quedar de piedra y no van a saber qué hacer. Ya lo he dicho, son increíblemente cobardes, y ni siquiera aguantan que se les mire a la cara, o al menos ninguno ha aguantado mi mirada (tampoco es de extrañar, fui medalla de bronce en la "International Killing Look Contest" del año pasado)

- A mi encantaría que la imagen que demos el lunes, y espero y trabajo para que esa imagen llegue cuanto más lejos mejor, se corresponda con lo que somos: un grupo de ciudadanos libres, iguales, e independientes, que acuden a mostrar su apoyo a la justicia y a las víctimas. Creo que eso, y no otra cosa, es un "movimiento cívico" . Por ello me parecería adecuado prescindir de cualquier distintivo partidista o de cualquier otro tipo, así como de carteles, leyendas, etc. Me parece que el mejor símbolo que podemos exhibir es nuestra mera presencia en la sala y sus alrededores. Así mismo ni buscamos ni necesitamos de personajes de resonancia entre nuestras filas. Hay, como ya dije, personas con cierta proyección pública entre vosotros, y no hace falta que os pongáis un conjunto de gafas-nariz-bigote de plástico para pasar desapercibidos, pero me gustaría que ocupaseis, como seguro que es vuestro deseo, el mismo lugar que cualquiera de nosotros.

- Un poco por la misma razón, y también porque me gustaría envejecer tranquilamente junto a mi mujer, ver crecer los árboles que ambos hemos plantado y los hijos que otros habéis tenido, y disfrutar viendo al Real Madrid jugando bien al fútbol de nuevo, cosas todas ellas a muy largo plazo, por todo ello, digo, desearía que mi presencia fuera tan discreta como la de cualquiera. Frases proferidas a voz en grito del tipo "¡Paco, que idea tan buena has tenido al convocarnos aquí!" serán consideradas de mal tono. Si además mientras se dice esto se me está señalando con el dedo mientras la cámara de los chicos de Gara recoge el momento, se calificarán incluso de francamente inconvenientes. Es posible que alguien de la prensa, o cualquier otra persona, os pregunte que por qué habéis acudido ese preciso día al juicio, y aunque por supuesto responderéis lo que os de la gana, me gustaría que no entrarais en detalles. Tal vez sepan algo de estos correos, pues el primero ha aparecido en bastantes foros públicos como sabéis, pero os rogaría que no les dierais mas información sobre mi identidad de la que ya tengan . Había pensado que ante una hipotética pregunta sobre quién es ese Paco que firmaba la carta, podríamos todos dar un paso al frente, sacar pecho, y gritar uno tras otro "¡Yo soy Paco! ¡Yo soy Paco!", pero aunque hubiera quedado precioso, me parecía un poco excesivo, y repito que el personaje que me he pedido es el de Renault, no el de Espartaco.

- Normalmente, a la hora prevista para que se inicie cada sesión, tanto los imputados como su público y el nuestro nos situamos alrededor de la puerta de las dependencias sin guardar ninguna clase de cola (prueba irrefutable de que ellos también son españoles). La policía va dejando entrar primero a los encausados, y luego permite el acceso del público en grupos de cinco personas más o menos. Creo que lo mejor sería que en principio siguiéramos actuando como hasta ahora, es decir, desorganizadamente, pero si hay indicios de que está acudiendo gente suficiente como para llenar la sala -ojalá sea así, y os advierto que no es demasiado grande-, es posible que intentemos formar lo más rápido posible una cola para que podamos entrar primero, y si alguien se tiene que quedar fuera que sean ellos. Así que según lleguéis quedaos cerca de la puerta, estad atentos, y en cuanto veáis que se empieza a formar una cola, sumaos a ella con rapidez y sin necesidad de preguntar nada. Cuando os toque el turno de entrar al edificio habréis de pasar un arco, enseñar vuestro DNI, y os darán una acreditación como público que deberéis devolver a la salida.

- La hora prevista para que se reanude la vista es las 4:30. Creo que lo mejor sería llegar sobre las 4:15 Sí alguien quiere acudir pero no lo puede hacer hasta más tarde, que no se preocupe, es posible acceder a la sala en cualquier momento. No tengo ni idea de cuánto va a durar la sesión, pero tampoco os preocupéis por eso, pues se puede abandonar la sala en cualquier momento, e incluso es frecuente que haya gente que, sin cruzar el control policial para abandonar el edificio, salga momentáneamente de la sala del juicio al vestíbulo para hacer una llamada, fumarse un pitillo, o ir al baño, y luego vuelva a entrar sin el menor problema. Hay, como imaginaréis, un montón de policías y agentes de seguridad, tanto de uniforme como de paisano, identificados y sin identificar, que se alegraran mucho de veros por allí y que amablemente os ayudaran en lo que necesitéis, sobre todo si no os confunden con los otros. También hay, según creo porque yo no las he utilizado, máquinas de café y de bocadillos. Los días que yo he estado ha habido, por razones diversas, uno o varias interrupciones en las que salimos al vestíbulo todos juntos y nos asfixiamos mutuamente con nuestros cigarrillos. Aún en esta cercanía, e incluso de manera general y siempre según mi apreciación personal, yo diría que no se viven situaciones de especial tensión. Estamos al lado de ellos, que hasta ahora han sido siempre muchísimos más, pero nos hemos limitado a ignorarnos los unos a los otros la mayor parte del tiempo.

- Si tenéis la más mínima sospecha de que puede llover, traer paraguas porque en el exterior no hay dónde guarecerse mientras esperamos a que nos dejen pasar. También hay quien se trae el periódico o un libro para leer si se aburre durante la vista . A mí me parece que normalmente el juicio es lo suficientemente interesante como para estar atento a lo que ocurre, pero vosotros veréis. No sería una mala idea que alguien llevara cámara de fotos, si es digital mejor, porque así no solo estaría garantizado el que vaya a quedar constancia de nuestra presencia, espero que numerosa, sino porque también podríamos seleccionar las fotos que, por razones diversas que fácilmente podréis suponer, nos parecieran las más convenientes para ser hechas públicas. Eso sí, a la sala no os dejarán entrar con la cámara, pero sin duda podremos encontrar una solución para dejarla en lugar seguro y recogerla a la salida.

- El lugar del juicio es, como sabéis, una sala que la Audiencia Nacional tiene en la Casa de Campo. Está al lado de la N-V, y a cinco minutos de la parada de metro Alto de Extremadura. En este enlace tenéis un mapa. La zona, cosa extrañísima, está en obras, así que puede haber alguna variación sobre lo que se dice en ese mapa, como que la pasarela haya sido sustituida por un paso subterráneo, una tirolina, o Dios sabe qué.

- Si alguien no puede venir el lunes, pero sí quisiera hacerlo otro día, que no lo dude. Necesitamos que el lunes seamos suficientes como para dar un golpe de efecto, pero también necesitamos que quienes regularmente acuden al juicio se sientan acompañados a diario, y no solo excepcionalmente, a lo largo de un proceso que va a ser muy largo y muy duro. Además, tanto si esta convocatoria es un éxito como si no, habrá más adelante otras, aunque ésta por ser la primera sea particularmente importante y por ello os pida un esfuerzo especial a todos, al menos a todos los que estéis convencidos de que esto no es una locura mía. Os daré un dato: hay dos personas entre vosotros a quienes ya les he participado esta convocatoria y me han confirmado su asistencia. Uno va a cambiar un turno de trabajo y va a hacerse 200 Km. solo para asistir. La otra, una mujer, es una extranjera a quien he conocido recientemente, que no lleva más de tres meses en España, y que cuando un poco por casualidad le he contado el lío en el que estaba metiéndome, ha dicho que quería acompañarnos sin que yo se lo pidiera siquiera. No dejéis que estos forasteros dejen en mal lugar a los madrileños.

- Algo muy, muy importante. El factor sorpresa es, como creo haber dicho, vital. Si los batasunos se enteran de que existe esta convocatoria, no os quepa dudad de que prepararán cualquier cosa para hacerla fracasar, y os aseguro que les sobran medios, organización, tiempo y ganas de hacerlo. Así que ser muy prudentes al elegir a quiénes rebotáis este mensaje, y excluir sin dudar todo lo que no sean personas físicas, suficientemente conocidas, y de confianza. Ni se os ocurra mandar esta carta, ni comentar el asunto siquiera, en ninguna clase de foro o sito similar. Si hay algo a lo que están atentos los tipos que tenemos enfrente es a las paginas web, los periódicos, las radios, y en general a cualquier medio que consideren enemigo. Es difícil compaginar esto con la necesidad de que la prensa este suficientemente presente y advertida sobre el asunto, pero lo estamos intentando.

En fin, es muy posible que todas estas advertencias, consejos, sugerencias, o como queráis llamarlas se podrían resumir en algo tan simple como: venid todos los que podáis, usad el sentido común, y comportaos como soléis hacer (al menos cuando estáis sobrios). Pero ya lo dije, soy un maldito obsesivo incapaz de dejar ningún cabo suelto.

Para terminar un par de cosas más. La primera va dirigida a quienes, como de hecho a mi me ha ocurrido en algún momento, os incomode la idea de movilizaros para pedir que se juzgue y se condene a alguien. Hay muchísimos argumentos para no dejarse paralizar por esos engañosos "buenos sentimientos", pero yo voy a exponer el que quizás parezca más inverosímil de todos, y en el que sin embargo creo a pies juntillas. Yo no odio a ninguno de los encausados, aunque odio lo que hacen y lo que representan, y por ello creo, y juro que lo creo con el corazón, que lo mejor que les puede pasar a los procesados es que se encuentren por fin con esa Ley eficaz, justa y firme a un tiempo, capaz de pararles los pies, nombrar sus delitos y castigarles por ellos. Uno, qué se le va a hacer, cree en la posibilidad de la redención, aunque ésta desde luego no esté en ningún caso garantizada y sea, como no podría ser de otro modo, extraordinariamente costosa de alcanzar. Y el primer e imprescindible paso en ese camino no es otro que el encuentro, o mejor dicho, el choque, con la Ley. ¿Como vamos a redimir nuestras culpas si nadie con la suficiente autoridad nos dice que, en efecto, somos culpables de algo? Los que sois padres seguro que sabéis mejor que yo de qué estoy hablando, y no digamos ya los que además de padres sois psicólogos, psiquiatras o psicoanalistas, que de todo hay (de los curas no digo nada porque no hay ninguno, que yo sepa, entre vosotros).

En fin, esta historia de crimen y castigo, pero también de redención, ya la contó Dostoievski mucho mejor de lo que pueda hacerlo yo. Desde luego no ha sido el único, y para mi sorpresa incluso he visto tratado recientemente ese mismo tema en Match point, aunque en la película de Woody Allen lo que al final se nos cuente sea, precisamente, cómo la ausencia de una Ley mínimamente eficaz hace imposible ningún tipo de redención, y me temo que en esas estamos por estos lares.

Y lo que digo en términos penales acerca de los encausados en el juicio, lo aplico igualmente en términos políticos y sociales a la propia sociedad vasca. No puedo imaginar un desastre mayor para esa sociedad vasca que el que se pase página de cualquier manera sobre el tema del terrorismo, como parece pretenderse, sin que haya un mínimo reconocimiento de la responsabilidad que buena parte de esa misma sociedad ha tenido en lo ocurrido. Salvando las distancias que haya que salvar, los alemanes podrían contarnos un par de cosas sobre lo difícil y necesario que es reconocer una responsabilidad colectiva en un crimen también colectivo.

Sé perfectamente que decir estas cosas no sólo me convierte para muchos en enemigo del pueblo vasco, sino que sin duda voy a figurar en todos los "Top Ten" de la ingenuidad. Me importa bien poco. Hace no mucho a quien hablaba de responsabilidades colectivas o de redención de culpas se le tenía por progresista, y yo me siento muy cómodo en esa tradición. Desgraciadamente parece que lo progresista hoy, si es que hoy progresista aún quiere decir algo, es considerar que en realidad nadie tiene la culpa de nada, la sociedad menos aún, y eso de la redención es imposible de todo punto, pues nada puede sacarnos del fango en el que estamos... ¿A qué se referirán entonces con progresar?

Y otra cosa más, pues como ingenuo no puedo evitar ser también optimista. Juraría que en alguna de esas miradas que no sostenían la mía, no en todas, ni siquiera en muchas, pero si en alguna, no solo había cobardía, sino también vergüenza.

Y ya por último creo que debo una explicación sobre el título de esta carta. No se trata, aunque también lo es, de un llamamiento al patriota que pueda haber en vosotros; patriota constitucional, integrador y abierto, por supuesto. Es otra cita a Casablanca, película que cada día encuentro mejor elegida como referente de mis cartas. Seguro que recordaréis esa secuencia en el Rick´s Café Américain en la que los nazis están al piano entonando canciones militares, cuando entra Victor Lazlo y ordena a la orquesta que toque La Marsellesa. Cada vez que veo esa secuencia se me pone la carne de gallina, y no es una forma de hablar, lo cual supongo es otra prueba de mi ingenuidad. A uno, que de nacionalista no tiene nada, no le cuesta ningún trabajo admitir que nuestros vecinos del norte tienen un himno verdaderamente envidiable, y no sólo en lo musical. Deberían sentirse orgullosos, y seguro que lo están, de que sobre esos acordes se haya construido una de las escenas más emocionantes de la historia del cine.

Lo curioso es que casi ninguno de los que en la secuencia se lanza a cantar La Marsellesa, a cantarla con una emoción tal que acaban acallando a los nazis, casi ninguno de ellos, como digo, es francés. Victor Lazlo no lo es, ni los camareros, ni la mayoría del público, ni la artista que hay sobre el escenario, ni el maitre -que de hecho es alemán-, ni Rick, que aunque no canta, es en la sombra uno de los artífices de esta derrota simbólica de los nazis. Tampoco lo eran la mayoría de los actores de la película, ni el director, ni los guionistas, ni los productores. Realmente debe ser estupendo tener un himno nacional tan poco nacionalista, un himno que en esta película, y en otras muchas ocasiones, ha sido cantado por gente de las más diversas procedencias que lo entonaban como una llamada universal a la lucha por la libertad. En esa misma línea yo me atrevo a decir también: Allons enfants de la patrie...

Una vez más disculpas por escribir tanto. Después del lunes me tomaré un descanso, y con ello os lo daré también a vosotros. Gracias y hasta pronto, espero.


Renault


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lunes

Ilsa

Madrid 5 de diciembre de 2005

Saludos a todos

Vuelvo con más de lo mismo, así que si hay alguien a quien no le interese lo que estoy contando, que no pierda el tiempo leyendo este mensaje y que me perdone por enviarle cosas que no me ha pedido. Y una vez más insisto: si no queréis recibir estos correos, decídmelo (...)

Ya ha habido tres personas que lo han hecho, aduciendo cada una de ellas muy diferentes e igualmente respetables razones (razones que yo no necesitaba conocer, pero que agradezco igualmente), y juro que sigo pensando de esas personas exactamente lo mismo que hace diez días. Han sido sólo tres personas, de una lista de más de noventa, y por puro sentido común supongo que habrá más, así que animo a esas personas a que se den de baja, y así yo me sentiré un poco menos culpable por mandar estos ladrillos a mis amigos.

Aparte de esas tres respuestas, he recibido otras muchísimas afirmando tener verdadero interés en lo que estoy contando, otras que me daban ánimos, unas cuantas que me felicitaban, e incluso he recibido, obviamente de gentes que no me conocen en persona, varias propuestas de matrimonio, una de ellas particularmente entrañable de un tal Roberto.

También la primera carta, esa que titule S.O.S., está empezando a circular fuera de este circuito privado de correos electrónicos entre amigos (y amigos de amigos), saltando a la arena de los espacios públicos de internet. Aparte de ese artículo que ya os envié de Vicente Molina Foix, la carta ha aparecido integra en El Periodista Digital y creo que también lo va a hacer en la página de Basta Ya.

Ayer un amigo me auguraba que a este ritmo pronto recibiré una llamada de Jiménez Losantos invitándome a participar en sus tertulias, invitación que me temo voy a declinar amablemente. Fuera de bromas, he de decir que aunque esto ha surgido de una manera totalmente espontánea, la dimensión que ha ido cobrando me está obligando a reflexionar seriamente sobre lo que estoy haciendo y cómo debo encauzar todo esto, y por ahora he llegado a una conclusión clara. Lo que pretendía cuando empecé este epistolario fue contar a unos amigos algo de lo que, un poco por casualidad, estaba siendo testigo, y va a seguir siendo así. Me parece muy bien que lo que aquí se ha dicho haya trascendido, y no puedo negar que es algo que también buscaba. Pero esencialmente al escribir estas cartas me estoy dirigiendo a vosotros, personas a quienes conozco y que me conocen, y no me veo en absoluto arengando a las masas ni haciendo discursos político-morales para la sociedad entera. Me parece muy bien que otros lo hagan, pero no va con mi forma de ser, y creo que me sentiría bastante ridículo en ese papel. En el Periodista Digital, por ejemplo, hay en este momento cerca de cincuenta comentarios sobre la carta que escribí, y la verdad es que no siento las más mínimas ganas de responder a ninguno de ellos. Es cierto que la mayoría me parecen un horror, y no deja de sorprenderme esa incapacidad de algunos para entender cuándo algo está dicho en broma, pero es que ni incluso a los que puedan decir algo interesante pienso contestarles. Me encanta hablar, incluso discutir con mis amigos, pero no me veo enzarzado en ninguna trifulca pública con desconocidos.

Por otro lado, bastante de lo que he dicho, y mucho de lo que pienso decir, implica a terceras personas de una manera lo suficientemente personal como para que no me apetezca ver mis comentarios sobre ellas expuestos en la plaza pública. Os parecerá un poco absurdo que diga esto a más de noventa personas, que a su vez rebotarán estos mensajes a Dios sabe cuantas más, pero para mi es diferente. Por decirlo de algún modo, todo lo que he escrito y lo que voy a escribir os lo contaría a cada uno de vosotros mientras cenamos, sin tener la sensación de que traiciono a nadie, ni que cuento cosas que no debería, sino que muy al contrario tengo la certeza de que son cosas que deben ser contadas. Como desgraciadamente no tengo previsto cenar con la mayoría de vosotros en los próximos cuatro días, creo que estos correos masivos-aunque-selectivos, son una buena forma de solucionar el problema. Por eso os pido que, a excepción de la primera carta, la titulada S.O.S., no rebotéis mis correos a nadie a quien no le contarais cenando eso que os podía haber contado otro amigo en otra cena.

Bueno, tanto preambulo me está aburriendo incluso a mí, así que vamos a lo que vamos: Ilsa.

Ilsa es esa chica amenazada de Bilbao que los domingos se viene para Madrid, se pasa los lunes, martes y miércoles por la mañana en la sala del juicio, y luego se vuelve para su tierra con su marido, más amenazado que ella, a continuar trabajando por la causa desde allí. No voy a decir su verdadero nombre, así que definitivamente se ha quedado con Ilsa, por Ilsa Lazlo, la de Casablanca, ya os expliqué por qué en otro correo.

Después de despedirnos tras la comida del miércoles que ya os referí, no volví a saber de ella hasta que la telefoneé el viernes por la mañana. Le había enviado un email con mi primera carta y estaba preocupado por si algo de lo que escribí allí le había molestado. Si recordáis me refería a ella en cierta ocasión como una potencial víctima del próximo atentado, y supongo que aunque Ilsa sabe eso mejor que nadie, el que se lo recuerden tan crudamente debe de ser tremendo. Si me retira el saludo por esto no podré reprochárselo.

Como decía la llamé, una llamada de móvil a móvil, y descolgó.

- ¿Sí?

Por la manera de decirlo parecía no saber quién la llamaba. Tal vez aún no tenía mi número en su agenda, pero como al principio yo tampoco no reconocí su voz, pensé que tal vez me había equivocado de número, o que otra persona había cogido el teléfono.

-¿Ilsa?

Por supuesto lo que en realidad dije entre interrogaciones fue su verdadero nombre. Ella solo ha recibido -y solo recibirá- mi primer correo, y por tanto no tiene ni idea de que para nosotros es Ilsa.

- ... ¿Quién es?

Oírle decir esas palabras, en el especialísimo tono en el que las pronuncio, y caerme del guindo fue todo uno. ¡Qué imbécil...! Creía que estaba llamando a alguien que vivía en el mismo mundo que yo, en el de todos nosotros, ese en el que lo más que podemos temer cuando respondemos a la llamada de un desconocido es que se trate de un comercial de Marina d´Or, Ciudad de Vacaciones. Pensé que sin darme cuenta había cruzado el umbral de una de esas dimensiones paralelas de las que hablan los aficionados al ocultismo, esas dimensiones que conviven con nuestra realidad cotidiana pero que se rigen por leyes diferentes a las nuestras, dimensiones que solo unos pocos iniciados conocen, y que la mayoría de nosotros, por supuesto, se niega a creer que existan. Me apresuré a identificarme.

- Perdona... soy Paco... lo siento... no me daba cuenta de que...

Me sentí como un completo estúpido. No hacía sino enredarme en torpes excusas, en lugar de dejar que simple y llanamente se le pasara el susto. Menos mal que Ilsa, sin duda acostumbrada a vivir con estos sobresaltos, frenó mi inacabable retahíla de disculpas diciendo que no me preocupara, que era normal. Esa serenidad suya, por supuesto, me hizo sentir aún más como un idiota, y lo que es peor, pensé que ella compartía esa opinión.

- ¿Te llamó en un buen momento? ¿Tienes tiempo para hablar un rato?

- Para ti siempre tengo tiempo.

Esas fueron sus palabras, lo juro, y las dijo en un tono completamente sincero y jovial. Si me las hubiera dicho Halle Berry no me hubieran llegado más al alma. Entendámonos, creo que no hace falta que explique a qué me refiero, pero para evitar posibles malentendidos lo haré. En este drama en el que mi febril imaginación cree percibir los ecos de Casablanca, mi papel no es el de Rick, ya lo dije. En lo único que me parezco a él es en la estatura, y aún en eso me gana. Me siento mucho más cerca del Capitán Renault, y de hecho creo que voy a adoptar ese seudónimo a partir de ahora. Además, su marido, un tipo que a diario demuestra no tener nada que envidiar al caballo de Espartero, no debe ser alguien con quien uno desearía tener que vérselas (y mi mujer tampoco se anda con bromas en estos temas, he de añadir).

En fin, que como ella tenía tiempo y yo también, nos pusimos a hablar sobre lo ocurrido los últimos días. Ella no había parado, y todavía tenía no sé cuántos viajes que hacer para asistir a tal o cual acto, cosa que no le apetecía lo más mínimo, porque lo que le apetecía era lo que nos apetece a la mayoría de nosotros cuando llega el fin de semana: quedarse tranquilamente en casa y descansar. Además, en aquellos actos iba a encontrarse con gentes con las que, a pesar de llevar mucho tiempo compartiendo lágrimas y sudores, o tal vez precisamente por eso, no se sentía a gusto. Pero ella tenía que ir, a hablar de su libro, me dijo.

-¿Tu libro? ¿Has escrito un libro?

-¡No hombre! -me respondió riendo-, ¡Qué va...! Lo digo por lo de aquella famosa entrevista de Umbral en la tele, cuando dijo eso de que sólo había ido para hablar de su libro... El juicio es mi libro.

Según me explicó se pasaba el día yendo de un sitio a otro, allá donde querían escucharla, para hablar de "su libro". Tanto es así que al parecer mucha gente ya le pregunta por "su juicio", cosa que le molesta enormemente porque no cree que este sea un asunto particular suyo. Yo la escuchaba y pensaba que tenía toda la razón, pero que desgraciadamente mucha gente no pensaba así. Si unos cuantos tipos maltrataban y hasta mataban a sus mujeres, eso era asunto de todos. O si un barco vertía toneladas de fuel sobre las costas gallegas, no solo salían multitudes a las calles para protestar, sino que se llenaban trenes enteros de gentes que iban a limpiar las playas con una pala, un mono blanco, y la mejor voluntad. Pero si centenares de personas como ella, si no miles, vivían permanentemente amenazadas por una organización criminal, eso era algo que solo la policía y los jueces tenían que solucionar. Eso en el mejor de los casos, en el peor eran los partidos políticos y otras "organizaciones" quienes debían buscar una salida negociada, en la que todos deberían ceder, para que por fin dejaran de matarles.

Gracias a Dios no dije nada de lo que pensaba, porque Ilsa, curiosamente, estaba bastante contenta con lo que se estaba consiguiendo. Me aseguró que había trabajado duramente casi un año para que la prensa acudiera al juicio y le diera la importancia que merece. Y que sólo gracias a ese trabajo había tanto interés mediático en el proceso... Aquello ya me pareció lo más desolador del mundo. A mí era la falta de repercusión social lo que me había movido a comenzar estas crónicas, y ella estaba tan contenta. Hay que ver con qué poco se conforman quienes están acostumbrados a recibir nada más que palos e indiferencia. En ese momento hice un poco de memoria y me di cuenta de algo. De todos los que habíamos acudido esos días a la Casa de Campo, yo había sido el único en quejarse de la falta de apoyo por parte de los madrileños. Ni Ilsa, ni las dos amas de casa, ni siquiera el señor del sombrero (a quien cada día respeto más) habían dicho ni media palabra sobre el asunto. Se ve que son gente que hacen lo que creen que deben de hacer, y no se preguntan por qué los demás no hacen lo mismo. Una lección que tal vez yo debería aprender.

Pero ellos no son los únicos que se conforman con poco. Recordaréis que os comenté que uno de vosotros, residente en el País Vasco para más señas, me pidió que averiguase si había manera de llegar mensajes de apoyo al fiscal y a la juez. Pues bien, Ilsa me dijo que le había comentado este asunto al fiscal, y que sólo la noticia de que alguien tenía intención de mandarle un mensaje de aliento le puso la mar de contento, y le dijo algo así como "¿Entonces no estamos solos?" Hay que ver como es esta pobre gente, les tiras un mendrugo de pan y se ponen a mover el rabo como locos.

Ya para terminar una última cosa. Bastante avanzada la conversación me disponía a contarle algo a Ilsa, algo relativo a una iniciativa que se me había ocurrido y que ya os contaré. Estaba a punto de hacerlo cuando una lucecita se encendió en mi cabeza, y en lugar de contarle mi ocurrencia le pregunté si eso que estábamos haciendo, hablar por móvil, era seguro. Me dijo que vaya, que la policía misma le había dicho que tenía sus riesgos. Así que, al parecer, había recordado a tiempo que aún estaba en esa dimensión paralela en la que no se podía contar nada que "los otros" no debieran oír. ¿Os imagináis lo que es pensar que cuando quedas con un amigo por el móvil, alguien que busca la ocasión para matarte pueda estar escuchando?

Lo más curioso del asunto es que, hará cosa de un año, estaba escribiendo un guión en el que, en una secuencia, un detective privado escuchaba con la ayuda de un aparato que tenía en su coche la conversación que otra persona en las proximidades mantenía por su móvil. En un principio lo del aparato me lo inventé sin más, pero después quise averiguar si tal cosa era verosímil, e investigue un poco por internet. Visité unas cuantas páginas que hablaban de scanners, rastreadores de frecuencias, y qué se yo, y al final no me quedó nada claro si eso era factible o no. Quién me iba a decir que un año después me preguntaría muy en serio si era posible que alguien estuviera escuchándome mientras hablaba por el móvil.

Como decían en Matrix, Bienvenido al mundo real...chaval.


Gracias y saludos de


Renault

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