miércoles

La hora de la verdad (I)

Madrid 28 de marzo de 2007

Saludos a todos

Se acabó, el 18/98 ya está definitivamente visto para sentencia. Esta última fase del juicio, la correspondiente a la lectura de las conclusiones definitivas y el informe sobre las mismas de las partes, ha sido muy larga ya que empezó el 6 de febrero con la intervención del fiscal y se prolongó durante más de un mes -incluso con alguna semana de horario ampliado- hasta que el 14 de marzo los acusados cerraron la vista oral haciendo uso de su derecho a la última palabra. Yo he estado presente cerca del ochenta o noventa por ciento de todo ese tiempo y tengo casi treinta folios de notas, pero no os asustéis porque voy a tratar de condensar lo ocurrido en unos cuantos menos (...)



Creo que todos nos hacemos una idea de en qué consiste un juicio pero por si acaso voy a proponeros un símil que tal vez pueda ser útil para entender qué es lo que ocurre en esta última fase de las conclusiones. En mi opinión un juicio -mejor dicho, una vista oral- se parece a un puzzle. Al principio las partes -es decir: el ministerio fiscal, las acusaciones particulares o populares si las hubiera, y la defensa- acuden a la sala cada una con una caja de cartón en cuya cubierta hay una imagen, una diferente en cada caja, que esperan poder reconstruir con las piezas que traen en el interior. Esas imágenes son las conclusiones provisionales que cada parte presenta al inicio de la vista oral, y como podéis imaginar son imágenes totalmente diferentes unas de otras. Mientras que en la caja del puzzle de la acusación se ve una reproducción de los Fusilamientos de la Moncloa -cuadro que el fiscal afirma que se puede reproducir con las piezas que él trae-, la defensa dice que con las piezas que ellos tienen todo lo más que se puede formar es ese bonito dibujo de un payaso con saxofón que se ve en su caja.

Comienza la vista oral y se vuelca el contenido de las cajas en mitad de la sala. Se coge la primera pieza y se examina: allí dónde el fiscal afirma ver un fragmento de esa mancha de sangre que hay en mitad del cuadro que él intenta reproducir, la defensa sostiene que esa pieza roja en realidad corresponde a la flor que su payaso lleva en el sombrero. Luego se coge otra pieza en la que se ve claramente un ojo, un ojo que está sin maquillar y que por tanto no puede pertenecer al payaso, pero las defensas dicen que vale, que no es del payaso, pero que tampoco pertenece al cuadro del fiscal, sino que es del querubín que aparece en La Venus del Espejo y que no debería estar allí. Luego aparece otra de un color verde chillón, obviamente pertenece al parche que el payaso lleva en la chaqueta, pero como al fiscal lo que le interesa es formar su cuadro no lo discute y lo deja pasar. Y así una a una van desfilando todas las piezas, es decir, las declaraciones de los acusados, de los testigos, de los peritos, y las pruebas de todo tipo que durante estos meses se han puesto sobre la mesa.

Y por fin llegamos a la fase final de la vista oral que es cuando, una vez examinadas todas las piezas, las partes cogen las que les interesan e intentan formar la imagen que traían en su caja. Por seguir con el símil diré que los escritos de conclusiones definitivas serían en sí mismos ese puzzle que cada parte ha conseguido formar, y el informe sobre esas conclusiones sería algo así como un larguísimo comentario en el que se razona por qué la pieza roja pertenece a la mancha de sangre y no a la flor del payaso o a la inversa, por qué el ojo pertenece al querubín de la Venus y no a los Fusilamientos o a la inversa, o por qué donde esté Goya que se quiten los payasos con saxofón o a la inversa. Y para saber quién ha resultado ganador en este juego desde luego hay que valorar quién ha conseguido construir un puzzle más completo, pero también hay que tener en cuenta cuál de las dos imágenes -si la de los Fusilamientos o la del payaso- ofrece una representación más verosímil y coherente de esa realidad sobre la que la Justicia ha sido llamada a pronunciarse.

Creo que este símil del puzzle que os propongo -cómo todos los símiles- funciona mejor en algunos aspectos que en otros, pero como imagen gráfica me va a servir para explicar mi punto de vista general sobre este proceso, especialmente sobre lo sucedido las últimas semanas. Vamos con ello.

El martes 6 de febrero el fiscal, Enrique Molina, leyó su escrito de conclusiones definitivas. Es un texto de 212 páginas que básicamente tiene la forma de una narración en la que primero se ofrece una visión general de la evolución de ETA y alrededores desde 1967 hasta principios de los años 90, y luego se propone un relato detallado de los hechos que aquí se juzgan. Es –no hace falta decirlo- la versión del fiscal sobre el asunto, y por tanto está sujeta a toda la discusión y controversia que se quiera. Me parecería un disparate que alguien se lo tomara como una especie de texto sagrado revelado por Dios y lo considerara por tanto infalible, porque a lo que de verdad se parece es a un libro de historia, un libro de autor conocido y desde luego humano en el que se intentan reconstruir hechos también humanos basándose en los testimonios y documentos de los que se dispone. Y aunque es de sentido común aceptar que en él puede haber errores, es de justicia reconocer que el relato que ofrece es muy coherente y muy verosímil, y en su tesis fundamental coincide con lo que todos (y creo no exagerar cuando digo todos) pensamos: que el terrorismo etarra ha contado –y sigue contando- no solo con el apoyo moral de numerosas organizaciones políticas, mediáticas, culturales, económicas y sociales, sino con su concurso material y efectivo. No obstante me parece que lo mejor es que vosotros mismos juzguéis este texto y por eso aquí os lo traigo. Sé que casi ninguno lo va a leer entero, pero os recomiendo a todos que al menos le echéis un vistazo.

De todas formas la mejor síntesis de ese escrito es la que el propio fiscal realizó al inicio de su informe el día 19 de febrero cuando dijo que ETA es una organización terrorista, y que una organización terrorista no es lo mismo que un grupo armado, de igual forma que existen meros grupos armados que no son organizaciones terroristas (cualquier banda de delincuentes comunes, por ejemplo). Según afirmó no todos los miembros de la organización terrorista forman parte del grupo armado que ésta integrado en su seno, y de hecho ni siquiera todos los miembros de ese grupo armado (o sea, en este caso de ETA en su sentido más restringido) usan las armas para desempeñar sus funciones. Es bien sabido que la dirección de ETA no usa las armas para ordenar los asesinatos que los comandos perpetran, el aparato político interno de ETA tampoco las emplea para redactar sus ponencias y comunicados, ni muchas veces tampoco las usan los responsables de la logística y de la extorsión, como tampoco lo hacen quienes acuden a las mesas de negociación, ni los comandos de información, etc. Éste es un hecho indiscutible y nadie niega que esas personas sean militantes de un grupo armado, aunque ellos en concreto no usen las armas. Por tanto restringir la consideración de terrorista solo a quien empuña un arma y hace uso de ella es algo absurdo, falaz e inoperante, y si esto es valido para los individuos también lo es para determinadas organizaciones. No son las palabras exactas del fiscal, pero esto es lo que vino a decir al inicio de su informe, un informe que le llevó tres días exponer –19, 20 y 26 de febrero- y en el que no se olvidó de nada. A grandes rasgos estos eran los puntos que incluía:

- Un análisis detallado de la evolución histórica de ETA y sus procesos de “desdoblamiento” y “endoblamiento”, con mención a las resoluciones al respecto de las sucesivas asambleas etarras desde los años sesenta, a la implicación de la banda en diversas actividades empresariales, a su papel en la dinamización del movimiento popular, a su protagonismo en las organizaciones KAS y Ekin, etc.

- Un repaso de todos los delitos que imputa a cada uno de los acusados, pormenorizando en cada caso su grado de responsabilidad y los fundamentos probatorios para realizar tales acusaciones.

- Unas consideraciones legales sobre los delitos de terrorismo tales como integración y colaboración con banda armada o delitos económicos con fines terroristas.

- Una valoración sobre de los elementos de prueba, argumentando sobre los diferentes grados de validez e idoneidad de las declaraciones policiales o judiciales de los detenidos, de las intervenciones de los testigos y peritos, y de las pruebas documentales ya fueran textos en papel, fotografías, archivos informáticos o grabaciones telefónicas.

- Una razonamiento de las penas solicitadas, exponiendo por qué no se pueden incluir determinados agravantes (la consideración de los acusados como “dirigentes”) o atenuantes (los derivados de dilaciones indebidas en el proceso).

Ya digo que esto sólo es un esquema y que necesitó tres días -mañana y tarde- para desarrollarlo, hablando además a toda velocidad (por cierto que la declamación no es el fuerte de este hombre, todo hay que decirlo). Y como también he apuntado no se dejó nada en el tintero, se anticipó a prácticamente todas las alegaciones que las defensas luego habrían de hacer y no pasó por alto cosas tales como la persistente actitud de menosprecio de los acusados ante el tribunal y ante su persona (le estuvieron molestando con murmullos durante toda su intervención lo que obligó a la presidenta a continuas llamadas al orden), el comportamiento de esos mismos acusados cuando comparecieron en la sala en calidad de testigos los jefes de ETA, las tretas dilatorias de las defensas a lo largo de todo el proceso, la permisividad de la sala ante ciertas preguntas de los letrados, etc, etc. Debo reconocer que me sentí muy reconfortado al constatar que todos esos detalles de los que yo he dado cuenta en estas crónicas no pasaban inadvertidos tampoco para el fiscal, y que aunque normalmente cuando él no intervenía parecía absorto frente a su ordenador, en realidad estaba mucho más atento de lo que yo imaginaba y también tomaba nota de todo. De hecho me hizo hasta ilusión que al hablar de la valoración de los elementos de prueba mencionara esa torpe maniobra de intoxicación acerca de las grabaciones telefónicas que el señor Elosua intentó y que os conté en mi última carta. Os parecerá una tontería pero el oír al fiscal reparar en eso mismo que yo había comentado y rebatirlo con argumentos muy similares a los míos, me hizo pensar que no andaba yo muy desencaminado con lo que decía (por cierto que Elosua en ninguna de sus múltiples intervenciones posteriores mencionó el asunto, se ve que algo de sentido del ridículo sí que tiene)

De todas maneras creo que el momento en el que el fiscal Molina terminó de ganarse mi confianza fue cuando explicó por qué en su escrito de conclusiones definitivas había reducido tan sensiblemente las penas solicitadas al inicio del juicio. No negaré que en un primer momento, cuando la misma mañana del 6 de febrero se hizo pública esa petición de penas tan claramente aminorada, me temí lo peor, pero la explicación que luego dio el fiscal resultó completamente satisfactoria, aunque no deja de ser chocante su fundamento jurídico. Me explico: en el caso de Xabier Alegría –me centro en él por ser el más llamativo- la mayoría de los más de cincuenta años de cárcel que en un principio se pedían para él estaban justificados por su responsabilidad en delitos económicos, y esa acusación ya no podía mantenerse por dos razones. La primera es que debido a una reciente reforma legal el límite para considerar delito una determinada infracción económica había ascendido de una cantidad de dinero a otra y los hechos imputados ya no alcanzaban esa cantidad. La otra razón es que los peritos que habían comparecido en el juicio no apoyaban tampoco la imputación de delitos contra la Seguridad Social. Así que el fiscal no tuvo más remedio que retirar esas acusaciones, aunque lo hizo (y cito literalmente) “por imperativo legal, no por ser buenos con el señor Alegría ni por imposiciones de la jerarquía”. ¿Qué es absurdo que a un señor le puedan caer más de cuarenta años por delitos económicos y solo nueve por integración en organización terrorista? A mí desde luego me lo parece, pero qué queréis, es la ley.

También sería bueno mencionar lo ocurrido en el caso de José Ignacio Uruñuela. Este señor, en principio acusado en la pieza de la Fundación Zumalabe, ha sido el único imputado al que el fiscal le ha retirado los cargos por que según reza en la página 149 de las conclusiones “no consta que actuara a favor de su desarrollo (del proyecto de desobediencia) ni que tuviera participación activa en su puesta en funcionamiento”. Sinceramente yo no tengo suficiente información para saber si este señor es más o menos inocente, o más o menos culpable, que otros sobre los que pesan parecidas acusaciones, pero estoy seguro de que si el fiscal retira los cargos en este caso y no en los demás es porque está convencido de que debe ser así. Personalmente el hecho de que el señor Uruñuela sea uno de los dos acusados que no ha contado con el apoyo del equipo jurídico habitual de Batasuna me parece, en este sentido, bastante significativo. Sé que eso jurídicamente es irrelevante, pero el que lo que uno subjetivamente cree percibir cuadre con lo que la justicia intenta establecer no me parece un mal síntoma. De todas formas mi opinión sobre quienes en el País Vasco hablan de derechos civiles y de rebeliones pacíficas mientras caminan de la mano de personas y grupos que todos sabemos vinculados al terrorismo no es muy positiva, pero una cosa es la responsabilidad moral y otra la penal.

En cualquier caso esta reducción en las penas solicitadas no debe confundirnos. Lo importante aquí no es que este o aquel acusado pasen nosecuantos años en la cárcel (en cualquier caso van a ser pocos, no hace falta ni decirlo), lo importante es que se demuestre que ETA no es un mero grupo armado, sino una organización terrorista, y el fiscal en ese punto ha sido absolutamente claro e inflexible, como también lo fue este mismo fiscal en el juicio contra Jarrai y al final el Tribunal Supremo le dio la razón. Lo consiga o no en este caso creo que Enrique Molina se merece un homenaje y yo se lo voy a hacer con algo más que con su foto al inicio de esta crónica.

En este año y medio que ha durado el juicio Enrique Molina y yo no hemos cruzado una sola palabra, todo lo más un saludo con la cabeza al cruzarnos por los pasillos o al coincidir en la barra de alguna cafetería próxima. En no pocas ocasiones personas con las que yo estaba sí han hablado con él, pero siempre me he alejado para dejarles tranquilos así que no tengo ni idea de cómo se comporta este hombre fuera de una sala de justicia. Eso sí, de cómo es dentro de ella, después de todos estos meses, creo que puedo decir algo. Si lo comparo con otros fiscales que he visto actuar en otros juicios –alguno para olvidar, como el fiscal del reciente juicio contra Otegi- o con los diversos abogados de las acusaciones populares que también he conocido –con una excepción que no viene al caso mencionar- Enrique Molina es de lejos el que más confianza me inspira. En primer lugar porque me parece que es un hombre que tiene las ideas claras, que verdaderamente actúa buscando la verdad y la justicia, y que cree en lo que hace. Ejemplos de lo contrario he visto unos cuantos, tanto de algunas acusaciones que no se sabe muy bien dónde quieren llegar y se mueven un poco a ciegas, como de otras que no parecen creerse del todo lo que están diciendo o en algún caso extremo que dicen lo contrario de lo que piensan. Sin embargo con Molina siempre he tenido la sensación de que él tenía un conocimiento profundo de todo el entramado que rodea a ETA, una idea clara y fundada de cómo y por qué se debe perseguir judicialmente al conjunto de la organización terrorista, y que ése era el único mapa en el que confiaba y con el que se guiaba para no perder el rumbo en su trayecto hacia un destino que él considera vital alcanzar.

Unido a ello está el hecho de que es un profesional riguroso y muy trabajador, algo que tampoco diría yo que es la norma entre sus colegas y asimilados. Mientras estaba en la sala sin intervenir -o sea la inmensa mayoría del tiempo- siempre parecía ocupado trabajando en su ordenador como ya he dicho, y creo que no le he visto nunca en actitud de dejar pasar el rato ociosamente, ni tampoco prestando demasiada atención a lo que hacían las defensas cuando era evidente que lo que estaban haciendo era simplemente marear la perdiz. A esto he de añadir que siempre ha dado muestras de poseer una serenidad envidiable, nunca se ha dirigido con agresividad a nadie aunque tampoco se ha dejado avasallar por nadie, y sus maneras con todos –acusados, testigos, defensas- han sido siempre intachables. Sobre esto último hay quien prefiere que las acusaciones -públicas o privadas- muestren un cierto nivel de hostilidad en los interrogatorios, que dejen clara su indignación frente a determinados individuos, en definitiva que dramaticen un poco sus intervenciones. Yo desde luego no, y por muchísimas razones prefiero a alguien como Molina que puede tratar a un acusado con modales cuasi versallescos y luego razonar cartesianamente porque esa persona debe pasarse nueve años en la cárcel. Y por cierto que a algunos de los que de cara a la galería cargan de énfasis retórico sus intervenciones les he visto luego fuera, e incluso dentro de la sala, haciéndose los simpáticos con los abogados batasunos.

Todo esto que acabo de decir es una apreciación puramente subjetiva del personaje y desde luego -no voy a negarlo- es algo que influye en mi opinión de que lo que dice en su escrito de conclusiones lo dice porque realmente lo cree y porque tiene base jurídica para decirlo. Si a esto le añado mi propia experiencia como espectador en este juicio y desde luego la coherencia interna del texto, el resultado es que cojo el escrito de conclusiones, lo miro y digo: “¡Coño, los Fusilamientos de la Moncloa!” Porque puede faltar alguna pieza en el puzzle, y hasta podría -¿por qué no?- sobrar alguna, pero la imagen general es muy reconocible y muy, muy convincente.

Por todo ello, por todo el trabajo solitario que este hombre ha hecho en tan difíciles circunstancias, creo que Enrique Molina merece un homenaje de la sociedad a la que defiende, o al menos el reconocimiento de sus colegas y superiores. Desgraciadamente no creo que obtenga ni una cosa ni la otra. En su defecto aquí va mi agradecimiento.

(Continuará)

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martes

Cinéma vérité: Según la portavoz del Gobierno Vasco Miren Azkarate -la misma que dijo que a los jueces el caso Ibarretxe no les iba a salir gratis-, los miembros del Foro de Ermua y de Dignidad y Justicia que acudieron ayer a los juzgados de Bilbao cometieron un “delito de contramanifestación” ya que "está claro que no se había pedido ninguna autorización", y además se dedicaron a “provocar e insultar” a “las personas que cívicamente se concentraban frente al Palacio de Justicia” (...)


¿Siete personas –dos de las cuales son abogados- acudiendo a una sala de justicia es una manifestación? ¿Piden alguna vez permiso para manifestarse los batasunos cuando acuden hasta con autobuses a la Audiencia Nacional? ¿Aceptamos recibir una patada en salva sea la parte como provocación?

Por su parte el cronista del Deia narra lo sucedido a su manera y empieza así:

De tanto ir el cántaro a la fuente... Los incidentes protagonizados por miembros del Foro Ermua y Dignidad y Justicia el pasado 31 de enero en la primera comparecencia del lehendakari ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) se multiplicaron ayer por mil, desembocando en lo que el dirigente de la primera asociación, Iñaki Ezkerra, definió como «la patada en los huevos más filmada en la historia del deporte político», en referencia a la supuesta agresión sufrida por su compañero Antonio Aguirre.

Podéis leer el resto aquí si queréis, allá vosotros.

La verdad es que el País Vasco se parece cada vez más a la Alemania de los años treinta. Suerte que nosotros tenemos Youtube.

The fewer men, the greater share of honour, leí ayer. Hoy añado: ...and I´m proud to know them all.

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