martes

Unos cuantos tipos chungos

Madrid 16 de mayo de 2006

Saludos a todos


Así que éste es el aspecto de un tribunal...
Esas eran las palabras que decía a mitad de Algunos hombres buenos el Teniente Kaffee, un oficial jurídico de la Marina de los Estados Unidos, al contemplar la sala en la que por primera vez en su vida iba a tomar parte en un juicio. Cuando el lunes pasado en la Casa de Campo compareció el etarra arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa yo pensé algo parecido:
Así que esto es un juicio (...)

Y fue ese día, el pasado 8 de mayo, la primera vez en todo este tiempo que pensé algo parecido, y eso que llevo acudiendo regularmente a las vistas orales del 18/98 desde que empezaron allá por finales de noviembre. Hasta ese día lo único que se había escuchado en la sala era a los abogados de la defensa dando pie a los acusados para que soltaran sus discursos, y solo muy brevemente y de refilón las preguntas de la acusación que estos se negaban a responder. Pero el lunes por vez primera alguien se olvidó de las airadas proclamaciones de inocencia y de las monsergas político reivindicativas y respondió al ministerio público con la verdad -su verdad, sin duda, no tenemos otra que la de cada uno-, una verdad que a mí me lo parecía porque, entre otras cosas, quien la enunciaba asumía su pasado criminal: 29 asesinatos sobre su conciencia, nada menos.

Si alguien carga con esa terrible verdad sobre sí mismo ¿para qué va a mentir contando cosas que no le exculpan en absoluto, pero que en cambio sí le ponen en el punto de mira de sus antiguos compinches? ¿Porque desea que le maten? Es una posibilidad, sin duda, pero para eso no necesita provocar a sus posibles asesinos, bastante animados están ya.

Como digo todo cambió el lunes cuando declaró como testigo Soares Gamboa, incluso la escenografía. Según explicó el fiscal resulta que el etarra arrepentido acaba de acceder al tercer grado penitenciario después de pasar diez años en la cárcel, e incluso cuenta ahora con una identidad legal alternativa con la que si quiere puede intentar empezar una nueva vida. Por ello el testigo había solicitado que su imagen no fuera recogida por los medios de comunicación y que ni siquiera su rostro pudiera ser visto por el público, y esa era la razón de que el público ese día estuviera separado del resto por unos paneles de madera que nos impedían ver lo que allí sucedía.

Las defensas, como no, se habían opuesto a que se levantara esa barrera. Con la peor intención que podáis imaginar la señora Goirizelaia y sus compañeros insistían en que Soares Gamboa no era un testigo protegido, que su rostro había aparecido en los medios de comunicación varias veces, sobre todo -y esto lo decían con el mayor de los desprecios- cuando publicó un libro con sus recuerdos como miembro de ETA, así que no había ninguna razón para que gozará de ningún privilegio, y para que este juicio pudiera ser considerado justo era imprescindible que el público y la prensa pudieran ver la apariencia actual de Soares Gamboa, y que él a su vez pudiera vernos a nosotros.

Mientras se discutía esto a mí me vino a la cabeza otra película: El Padrino II. ¿Recordáis aquella escena hacia el final cuando ante un tribunal Pentangeli, el mafioso que va a declarar contra Michael Corleone, ve que entre el público éste tiene sentado justo a su lado a su propio hermano, recién traído por los Corleone desde Sicilia para la ocasión? Lógicamente al ver esto a Frank Pentangeli se le olvida todo y dice al tribunal que en realidad él no sabe nada de los Corleone. Bueno, pues tal vez la cosa no hubiera llegado a tanto, pero desde luego lo que había detrás de las protestas de las defensas era un indisimulado deseo de que Soares Gamboa se sintiera tan expuesto a miradas hostiles como fuera posible.

Afortunadamente la presidenta de la sala se mantuvo firme y esa barrera visual que habían levantado justo delante de nuestras narices –las del público- se quedó allí y la declaración tuvo lugar sin que pudiéramos ver nada de lo que allí sucedía, pero sí oírlo. Se ve que a mí todo me recuerda a algo y aquella disposición escenográfica me pareció muy similar a la que se empleaba en las primitivas iglesias cristianas en las que, llegado el momento, se corría un velo (creo recordar que recibía el nombre de iconostasis) que ocultaba de la mirada de los fieles ese cotidiano milagro que para los creyentes es la consagración. Pues aquí ocurría algo parecido: se iba a producir otro pequeño milagro que era que por fin alguien dijera la verdad, y para que eso fuera posible había que acotar una especie de espacio sagrado en el que eso iba a suceder.

¿Y qué es lo que dijo Soares Gamboa en su larga declaración? Pues lo resumiré con una sola frase suya que dijo como respuesta a una pregunta del fiscal: ETA y KAS (Koordinadora Abertzale Sozialista, entidad que incluye a la mayor parte de las organizaciones del mundo abertzale) siempre han sido lo mismo. ¿Alguien da más?

Ya os podéis imaginar cómo fue el turno de preguntas de la defensa. Intervinieron no sé si todos o casi todos los abogados que había allí, que muy nerviosos se quitaban la palabra de la boca unos a otros para interrogar al arrepentido intentando que pareciera que esas cosas las decía para vengarse, para obtener beneficios penitenciarios, o simplemente para llamar la atención. El tono de todos ellos, en especial el de Jone Goirizelaia -esa misma junto a la que ahora se fotografía sonriente Gemma Zabaleta, el futuro del socialismo vasco según ZP- era auténticamente vitriólico y si les hubieran dejado solos creo que la abogada igual hasta se hubiera lanzado a arañarle la cara al testigo. Para que os hagáis una idea llegaron hasta a acusarle de acosar sexualmente a sus compañeras de comando... mejor no comento nada de eso. En fin, yo no sé si Soares Gamboa estaba sentado o de pie, pero aguantar todo aquello sin que a uno le temblaran las piernas a mí me parecía algo completamente imposible.

¿Recordáis aquella otra escena de Algunos hombres buenos en la que el personaje que interpretaba Kevin Bacon preguntaba a un testigo que cómo sabía qué era un código rojo si tal cosa no figuraba en ningún reglamento oficial? Pues aquí sucedió lo mismo cuando Goirizelaia y otros preguntaron al testigo que cómo sabía que quienes visitaban a Antxon en Santo Domingo lo hacían en nombre de KAS (que eran miembros de KAS no se atrevieron a negarlo) ¿Llevaban una tarjeta identificativa? llegó a preguntar esa lumbrera del mundo abertzale.

Si recordáis, la secuencia de Algunos hombres buenos continuaba con que el personaje de Tom Cruise preguntaba al mismo testigo que cómo supo donde estaba el comedor de tropa de su unidad si eso tampoco figuraba en ningún libro oficial, y el testigo contestaba que cuando llegó la hora de comer simplemente fue donde todo el mundo iba. Más o menos esa fue la respuesta de Soares Gamboa.

Total, que aquello no sé si se parecía más a Algunos hombres buenos o al Padrino II, pero en cualquier caso fue de película, de película apasionante pero de escaso éxito comercial porque en el patio de butacas sólo estábamos cuatro personas. Seguro que en cambio cuando, por ejemplo, se celebre el juicio contra ese novio fullero de la Pantoja cuelgan el cartel de no hay localidades. Definitivamente al público no hay quien le entienda.

De todas formas aunque la declaración de Soares Gamboa duró toda la mañana y dijo algunas cosas muy interesantes, que resumidas podéis leer aquí, en cuanto acabó volvimos a la tónica de siempre y, ya sin velo de ningún tipo, los antiguos miembros de la cúpula etarra que cayó en Bidart -Francisco Mujika Garmendia Pakito, José María Arregi Erostarbe Fiti, y José Luis Álvarez Santacristina Txelis-, junto con el también notable asesino Jesús Arkauz Arana Josu de Mondragón, se pusieron a mentir igual que antes mataban gente, lo cual es un avance que sólo cabe atribuir al hecho de que están entre rejas desde hace bastantes años y espero que por muchos más.

Alguno pensará que estos cuatro elementos deberían gozar para mí de la misma credibilidad que Soares Gamboa ya que, al igual que éste, ellos asumen su pasado como miembros de ETA. Nada más lejos de la realidad, porque estos señores no reconocen haber cometido ningún crimen, al contrario, presumen de haber luchado heroicamente por su delirante causa realizando lo que ellos consideran arriesgadas acciones militares, llaman retenciones a los secuestros, cobro de impuestos a la extorsión, etc. Si ésta es la verdad que ellos sostienen sobre su pasado ¿qué clase de verdad se puede esperar que digan sobre sus relaciones con los imputados en el 18/98?

Pero aunque no sean más que una sarta de mentiras, creo que algunas de las cosas que dijeron merecen ser contadas aquí. Arkauz Arana, por ejemplo, empezó diciendo que ni siquiera sabía qué era KAS, pero poco después afirmó que los miembros de ETA tenían prohibido acudir a las reuniones de KAS... que alguien me explique eso. Pakito por su parte sostuvo que el aparato internacional de ETA lo componían nada más que una o dos personas con documentación falsa que, eso sí, viajaban mucho (o sea, que los de Xaki que están imputados en este juicio no tienen nada que ver con las relaciones internacionales de ETA), y Txelis protagonizó uno de los momentos memorables de la jornada del martes cuando, argumentando que entre ETA y Egin no había ninguna relación sino ocasionales coincidencias de puntos de vista, se le escapó que entre ambas organizaciones también a veces había desacuerdos como en todas las familias. Los procesados no pudieron reprimir unas risitas cómplices, como cuando los niños se dan cuenta de que su compañero de clase sin querer está reconociendo ante la maestra que fue él quien se comió la tarta. A pesar de todo parece ser que con sus declaraciones los cuatro criminales echaron por tierra las principales acusaciones del fiscal (Diario Vasco dixit) Se ve que cada uno cuenta las cosas a su manera.

De todas formas para mí lo más significativo de lo que sucedió en las declaraciones de esos cuatro individuos –y esto que os voy a decir es algo que ningún medio de comunicación ha contado, que yo sepa- fue lo que ocurrió a la entrada y a la salida de la sala de cada uno de ellos. A todos, en cuanto llegaban, la presidenta del tribunal les preguntaba protocolariamente si conocían a alguno de los encausados. Entonces el testigo en cuestión se giraba para echar un tímido vistazo a los acusados y después decía que alguno le sonaba, que a otro lo habían conocido en la cárcel, y poco más. Con Fiti, que creo recordar fue el único que declaró en Euskera, sucedió algo gracioso cuando respondía a dicha pregunta ya que la presidenta de la sala, antes de que tradujeran la larga respuesta que el etarra estaba dándole, dijo con bastante sorna: Vamos, que apenas les conoce, y con ello provocó otra vez las risitas traviesas de los encausados. Txelis sí admitió conocer a dos personas, las dos encausadas por pertenecer a la filantrópica Fundación Zumalabe: uno era Carlos Trenor, con quien coincidió en el seminario, y el otro Sabino Ormazabal, que fue el que os conté que en su declaración sacó a relucir a Gandhi y Luther King... casi mejor que tampoco comento ninguna de esas dos cosas.

Después de responder a esa pregunta de la presidenta y de sus declaraciones, en las que juraban y perjuraban que no tenían relación con los encausados, llegaba el momento de marcharse, o mejor dicho, de las despedidas, porque entonces sí que los etarras se volvían completamente hacia los encausados, les sonreían, les saludaban con la mano y les hacían gestos de reconocimiento. Los otros en masa respondían encantados a tantas amabilidades, cuando no las iniciaban ellos. Creo que no exagero si digo que los cuatro asesinos salieron de la sala como los héroes que son para la inmensa mayoría de los procesados. Pero claro, eso no consta en acta ni al parecer hay periodistas que quieran hacerse eco de ello (es cierto que la mayoría sigue el juicio por el circuito cerrado de televisión y tal vez no lo vieron)

Muy al principio de este largo epistolario, cuando publiqué aquella Polémica con un amigo en la que uno de vosotros criticaba el que a su entender yo confundiera verdad moral y verdad jurídica (cosa que entonces y ahora diferencio perfectamente), hubo varios amigos que me escribieron argumentando en contra de lo que me decía ese primer amigo, y uno de ellos entre otras cosas escribía:

Y es casi graciosa -si no fuera dramática- la incapacidad de diferenciar culpabilidad moral de culpabilidad jurídica. Los gestos y las camisetas de los juzgados (además de sus otros aspavientos tribales) tienen por objeto proclamar su responsabilidad moral a la vez que tratan de burlar la jurídica.

Cristalino, como también decían en Algunos hombres buenos.

Pero ahora casi nadie quiere ver estos gestos y resulta que cuando Otegi dice que fue un error no romper la barrera impuesta por los medios de comunicación que hacían ver que la izquierda abertzale era ajena al dolor de los demás, hay gente que le cree, o dice creerle. Menos mal que aún hay muchos hombres buenos que recuerdan que la izquierda abertzale nunca fue ajena al dolor de los demás, fue su causante.

Un abrazo


Renault


PS. Por no extenderme demasiado no he hablado de la brillante, serena y concienzuda actuación en estos interrogatorios del fiscal Enrique Molina. Él no preguntó a voz en grito a Txelis si ordenó un código rojo, ni es tan guapo como el teniente Kaffee, pero desde luego se juega muchísimo más que él. Otro día le dedicaré una carta íntegra porque aunque este señor se merece un monumento, me temo que el único agradecimiento que con suerte le va a llegar va a ser el de algún donnadie como yo.

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