La Polis Global
Madrid 11 de mayo de 2006
Saludos a todos
No doy abasto. El lunes empezaron a desfilar los testigos por la Audiencia Nacional y aquello realmente fue algo digno de ser visto y contado, pero no lo haré ahora sino a finales de esta semana si encuentro tiempo. Esta carta en cambio es para hablaros de algo que aparentemente no tiene relación directa con el 18/98, aunque en realidad sí la tiene y mucha (...)
Me refiero al acto de presentación de Ciudadanos de Cataluña que se celebró el martes en Madrid y al que acudí tal y como había anunciado en mi anterior correo. La convocatoria era a las 8 en el Teatro Reina Victoria y llegué justo a esa hora, encontrándome con una considerable cola de ciudadanos de Madrid que querían saber qué tenían que contarles sus colegas catalanes. Dado que estas son cartas personales voy a permitirme hacer un comentario muy personal sobre la impresión que a primera vista me causaron esas gentes que hacían cola a mi lado en la Carrera de San Jerónimo, igual que hice otro tanto al hablar de esas otras personas con las que me manifesté en la plaza Moyúa de Bilbao el 18 de febrero. Si entonces dije -con la única intención de dibujaros el ambiente que allí se respiraba- que la mayoría de los asistentes al acto del Foro de Ermua tenían toda la pinta de pertenecer a eso que se llama derecha sociológica, espero que lo que voy a decir ahora de los asistentes a este otro acto se entienda también como una mera descripción literaria, nada más.
Lo primero que me sorprendió de la gente que estaba haciendo cola fue que eran muchos, sin duda varios centenares, y que aún así yo no conocía a nadie, ni siquiera de vista. Digo esto medio en broma, pero sólo medio porque la verdad es que muchas otras veces tengo la sensación de que a estas cosas vamos los cuatro gatos de siempre. Pero el martes no, el martes había mucha gente, gente a la que no había visto en mi vida y que juraría que no era la gente que habitualmente se moviliza en la calle, aunque probablemente era gente que lleva tiempo movilizada en internet.
Pero lo más curioso es que esas personas, aún siendo muchas, respondían a un perfil mucho más definido que, por ejemplo, esas otras a la que a una vez me referí como derecha sociológica. En ese grupo con el que me manifesté en Bilbao -y en otras muchas ocasiones- incluía por ejemplo a jóvenes y adolescentes con aspecto de pasarse el fin de semana en alguna discoteca de moda, o practicando algún deporte, o haciendo alguna buena obra con su parroquia (actividades todas ellas que considero muy respetables, por si alguien lo duda). Los adultos a los que aludía entonces también presentaban un perfil variado, que iba desde personas de mediana edad con aspecto de tener estudios universitarios y de pertenecer a “buena familias” por decirlo así, a jubilados de lo que antes se llamaban clases populares. En fin, creo que os podéis hacer una idea de a qué me refería y, por favor, no penséis que hay nada despectivo en lo que digo, sino simplemente descriptivo.
Pero los del martes eran bastante diferentes a esos otros y curiosamente bastante menos variados entre sí. Por ejemplo en cuanto edad: la inmensa mayoría aparentaban tener entre treinta y cinco y cincuenta y cinco años, y sólo recuerdo a una persona que tal vez aún no hubiera cumplido los treinta, aunque sí había algunas pocas de más de sesenta (entre ellas una señora que iba disfrazada de Carmen Martín Gaite, boina incluída). Por otra parte la indumentaria era bastante homogénea aún dentro de cierta diversidad: enorme proliferación de corbatas y en general de gente bien vestida -algo absolutamente inusual en estos saraos- aunque a la vez la mayoría tenían un cierto aire moderno, tanto en la ropa como en el peinado (hombres con cuidadas melenas entrecanas y ese tipo de cosas).
No sé, digamos que por apariencia el público que había allí podría ser una mezcla del que se puede encontrar en un concierto de jazz, en una agencia de publicidad y en un congreso de cardiología. Al darme cuenta de esto empecé a pensar algo que tal vez os parezca un disparate, pero que a mi me parece una hipótesis muy plausible para explicar las peculiares características de aquel grupo: aquella gente con aspecto elegante y europeo que hacía cola junto a mi eran mayoritariamente catalanes residentes en Madrid o madrileños estrechamente vinculados con Cataluña. Lo diré de otra forma por si a alguien le parece demasiada aventurada mi hipótesis: aquella gente tenía aspecto de ser gente moderna, abierta, civilizada, culta, europeísta y esas cosas que tantas veces en España han representado (y hablo desgraciadamente en pasado) los catalanes. De todas formas lo que es indiscutible es que el más zafarras de todos los que había allí, el único que por su torpe aliño indumentario iba proclamando involuntariamente que era un madrileño de pura cepa (si es que eso significa algo), era yo.
¿Será verdad eso que dicen los de ERC de que Ciudadanos de Cataluña es un partido de pijos? Pues a lo mejor es cierto y lo son o al menos lo parecen, aunque pijos no es el término que yo utilizaría. En cualquier caso los mismos de ERC también gustan –y yo diría que mucho más- de ofrecer una estudiada imagen de sí mismos que en mi opinión les hace parecer una mezcla de gangsters de Marsella, fascistas del norte de Italia, y contertulios habituales de Crónicas Marcianas... ¿He dicho que parecen una mezcla de esas tres cosas? Rectifico: son una mezcla de esas tres cosas.
El caso es que estaba pasando el rato pensando estas tonterías y hablando con alguno de los que había a mi lado, cuando se acercó alguien que llevaba colgando una tarjeta que le identificaba como miembro de la organización y nos dijo que el aforo estaba completo y no íbamos a poder entrar. Hubo una gran decepción entre muchos de los que guardaban cola y que, pidiendo que en el futuro se organizara otro acto en algún local más grande, se despidieron y se marcharon. Un reducido grupo en lugar de irnos a casa nos acercamos a la puerta y aguardamos pacientemente a que nos dejaran entrar porque ya sabíamos cómo son estas cosas. Pasé cerca de tres cuarto de hora a la puerta del teatro hablando con un señor de la organización que muy amablemente me dio conversación, un tipo que me recordaba a José Luis Cuerda pero con el pelo y la barba arreglados, y por supuesto con traje (¡todos los miembros de la organización iban con traje!). Por cierto que este señor fue la prueba de que no estaba tan equivocado: él era madrileño pero había vivido en Cataluña, su mujer era catalana, hablaba catalán entre otros varios idiomas y su hijo mayor incluso se llamaba Jordi, cosas todas ellas que al parecer le ayudaron enormemente en no sé qué pleitos que tuvo con no se qué ayuntamiento de por allí.
Pasado ese tiempo y como ya preveía unos pocos de los que había dentro salieron y a otros pocos -entre ellos a mí- nos dejaron entrar. Llegué a tiempo de oír el final del discurso de Rosa Díez y completos los de Francesc de Carreras y Arcadi Espada. En mi opinión estuvieron muy bien, y como ya anticipaba antes comprobé que en las palabras de Rosa Díez se unían temas muy relacionados entre sí como son la crisis del actual modelo de estado y el asunto del mal llamado proceso de paz. Y es que no es posible hablar de libertad sin hablar de justicia y viceversa, aunque últimamente a muchas personas les parece que son cosas que nada tienen que ver, probablemente porque esas personas no tienen ni idea de lo que es ni una cosa ni la otra.
Insisto en que a mí los tres discursos que escuché me parecieron bien, incluso muy bien, y no voy a repetiros lo que allí se dijo porque posiblemente ya lo habréis leído, pero quiero aclarar algo sobre mi posición acerca de este nuevo partido. Algunos amigos míos -hablo de gente seria, culta y con criterio bien formado- me han hecho llegar su desconfianza hacia algunas de las personas que el martes intervinieron en el Teatro Reina Victoria y en general hacía el proyecto político de Ciudadanos de Cataluña. Yo tampoco comparto cien por cien lo que todos y cada uno de los miembros de esta agrupación dicen, y de hecho tengo serías discrepancias de fondo con algunos de los planteamientos que incluso como organización postulan. Pero creo que a pesar de todo ello lo que están intentando -que es nada más y nada menos que crear un partido político alternativo al PSOE- es algo que merece mi apoyo porque para mí está clarísimo que la izquierda española necesita otro partido al que poder votar.
Miento, no es solo la izquierda quien necesita un recambio al PSOE, es toda España porque con un solo partido defendiendo el actual modelo de estado (que yo sepa el PP es el único que lo defiende) tampoco vamos a ninguna parte. Otra cosa es que llegado el momento yo vote a los Ciudadanos de Cataluña, a otro partido que surja, al PP (no sería la primera vez), o si creo que es lo mejor vote en blanco (sería la enésima vez). No sé lo que haré en las próximas elecciones y por ahora no me preocupa, pero lo que tengo clarísimo es que no votaré al PSOE (la última vez fue hace no sé cuanto) a no ser que se produzca un autentico terremoto en su interior, y no me refiero a unas ligeras sacudidas sísmicas, me refiero al big one del que hablan los californianos. En cualquier caso coincido plenamente en algo que el martes dijo Savater sobre que, aún siendo difícil, es más fácil crear un nuevo partido que arreglar los que tenemos, a lo que yo añadiría que la única forma posible de arreglar los que tenemos es crear uno nuevo que les quite votos, que es lo único que parece importarles.
Dicho de otro modo: ¿Es Ciudadanos de Cataluña la solución a la profunda crisis política que vivimos? No, claro que no, pero es parte de la solución, mientras que el PP y el PSOE son parte del problema, e incluso diría que a día de hoy este último es la parte esencial del problema, porque nacionalistas, independentistas y terroristas los hemos tenido siempre, pero ha sido el PSOE quien con su actitud de los últimos años nos ha metido en este lío.
Con respecto a cómo son algunas de las personas que hablaron el martes, pues igual esos amigos míos tienen razón y resulta que fulanito está demasiado encantado de conocerse a sí mismo y menganito es un poco trepa... ¿y qué? Aunque fuera cierto, no tengo intención de intimar con ellos y dada mi incapacidad para establecer imaginarias relaciones afectivas con gentes a quienes no conozco, el día que como personas públicas dejen de hacer cosas que merezcan mi apoyo se lo retiraré y a otra cosa. En cualquier caso, visto lo visto, los prefiero mil veces a ellos antes que a la inmensa mayoría de los políticos profesionales de este país.
De todas formas tampoco quiero negar la evidencia: ninguno de los que hablaron el martes es uno de esos líderes políticos que este país necesita, y eso es un problema que no tiene fácil solución porque a mí desde luego no se me ocurre ningún nombre que poner encima de la mesa. Pero precisamente por eso creo que todos tenemos que dar un pequeño giro copernicano a nuestra manera de entender la política, más que nada porque no tenemos otro remedio que hacerlo. Me refiero a un giro que minimice esa indisicutible carencia de verdaderos líderes políticos que padecemos, y que es un giro que también tiene que ver con la conclusión más clara de todas las que saqué el martes y que es esta: lo mejor que había en aquel acto era el público.
Yo, que ni tengo nada de catalán, ni visto con elegancia, ni mucho menos luzco melena plateada, me sentí no diré que tanto como identificado, pero sí muy cómodo entre aquellos centenares de personas que llenaban el Teatro Reina Victoria. Se veía que sus profesiones no tenían que ver con la política, pero no estaban dispuestos a olvidarse de sus responsabilidades ciudadanas en el dramático momento en el que estamos. Tampoco tenían reparo en criticar a los que probablemente fueron hasta hace poco sus partidos políticos de referencia, pero no se respiraba allí nada parecido al rencor ni al deseo de venganza, al contrario, reinaba un magnífico ambiente, muy relajado y lleno de sentido del humor (por cierto, aquí va una regla casi infalible para detectar a la primera a un pésimo político: no tiene ningún sentido del humor... creo que no hacen falta ejemplos).
Y sobre todo: tengo la sensación de que el público del acto era consciente de que seremos nosotros y sólo nosotros, los ciudadanos, los que con suerte consigamos salir de este lío en el que nos han metido los políticos profesionales (con la impagable ayuda de los medios de comunicación, todo hay que decirlo). Y no es que no necesitemos figuras con proyección pública entre nosotros, que sí las necesitamos, pero en el fondo eso es secundario porque estamos en la hora de los ciudadanos, en el momento del verdadero discurso político que es lo que urgentemente nos hace falta, y es ese discurso el que debe aglutinarnos más que ninguna bandera ni ninguna persona, por muy digna que sean una u otra. Y yo creo que sí hay gente capaz de articular ese discurso.
En este sentido no creo que allí hubiera nadie que hubiera acudido a jalear a ningún líder carismático, no creo que nadie se olvidara de su sentido crítico mientras los oradores hacían uso de la palabra, y estoy seguro de que muchos de los asistentes han hecho y harán cosas política y socialmente más relevantes que acudir a un acto como el del martes, y es a lo que finalmente voy, a que como ya he dicho antes tengo la sensación de que muchísimos de los presentes llevaban tiempo movilizados no en las calles, pero sí en internet. Y esta es una suposición basada no sólo en el sentido común o en la intuición, sino en muchos comentarios que oí a los asistentes.
A estas alturas del siglo XXI hay una enorme diferencia con lo que ocurría hasta hace bien poco, y es esta: ahora cualquier ciudadano puede hacer oír su voz gracias a esa increíble herramienta que es internet, y estas cartas y este blog son una prueba de ello, una prueba más entre las muchísimas que se pueden encontrar en la red. Los días en los que el poder de la comunicación social estaba en manos de unos pocos tocan a su fin, y ellos -quienes detentaban hasta hace bien poco ese poder exclusivo- lo saben y están asustados, no hay más que leer las cosas que dicen y cómo intentan medrar en este nuevo territorio. Por supuesto no van a desaparecer ni la prensa, ni la televisión, ni la radio, ni los periodistas profesionales, ni los grupos mediáticos ni falta que hace, pero esas ya no serán las únicas voces que los ciudadanos puedan escuchar. De hecho hace tiempo que esto es así y cada vez lo será más, lo cual es una gran noticia porque en la prensa profesional -imprescindible a pesar de todo- hay demasiados intereses económicos, empresariales y políticos, y -cada vez estoy más convencido de ello- bastante poco interés por la verdad.
Puede parecer que exagero, pero pensad esto: ¿Una aventura como la de Ciudadanos de Cataluña se hubiera siquiera intentado sin internet? Yo estoy seguro de que no, y la prueba es que nunca antes se había hecho nada parecido. Estoy convencido de que el nacimiento de este insólito partido ha sido posible ha sido gracias a ese nuevo foro que es la red, y es más, creo que buena parte del éxito se lo deben concretamente al blog de Arcadi Espada. Algunos pensaran que me paso proponiendo a Arcadi Espada como ejemplo de ciudadano que ha conseguido tener voz gracias a internet... pero es que yo no estoy hablando de él, estoy hablando de los cientos de ciudadanos -si no miles- que diariamente debaten en su blog -a veces incluso a con inteligencia y sentido común- y que son quienes realmente dan su fuerza al nuevo partido porque se sienten partícipes de ese proyecto.
Definitivamente no creo que Ciudadanos de Cataluña sea lo mejor que la era internet pueda aportar a la política de este país, ha sido simplemente lo primero y para ser lo primero no está nada mal, y tanto si tienen éxito como si no surgirán otras cosas y algunas de ellas mejores, seguro. Ya esta por ahí el Manifiesto de Euston y muy pronto estará también, como algunos de vosotros sabéis, el Manifiesto Ciudadanos de Europa al que le deseo el mayor de los éxitos. Y eso que algunos creían que internet sólo iba a ser útil a los pederastas y a los terroristas... pues va a ser que no.
Mis esperanzas como veis no están puestas en ninguna organización de ningún tipo, sino que residen literalmente en los ciudadanos de Cataluña, de España, de Europa y del resto del mundo. Salgamos todos de una vez de la aldea global y cambiemos la boina por la toga para saludar -o más exactamente, para ayudar a alumbrar- esa polis global que viene de camino.
Pero no quiero acabar poniéndome demasiado solemne, así que para terminar os voy a contar algo francamente divertido que sucedió a la salida del acto. Recién acabado el acto me quedé un rato a la puerta del Reina Victoria echando un vistazo a la gente que formaba corrillos al salir del teatro, y en esa tarea de observación estaba cuando llamó mi atención una figura lejanamente familiar que ya me había parecido ver antes deambulando por la calle: era Joan Puig, ya sabéis, ese líder de ERC que se hizo famoso entre otras lindezas por bañarse en una piscina ajena con el carnet de diputado en la mano. Por un momento dude de que fuera realmente él, pero sí lo era y un par de tipos al lado mío también se habían dado cuenta y se reían. Me acerqué a ellos y se lo comenté. Uno de ellos (el que llevaba corbata, el otro era publicista y están exentos) dijo algo que describía perfectamente la situación y al personaje: Lleva un rato dando vueltas por aquí –me confirmó- a ver si alguien le insulta y así tiene algo que contar.
Pues nada, el señor Puig se fue de vació, no pudo llevarse ni una mísera mirada de ese odio que tanto necesita, tan solo alguna sonrisa socarrona que ni siquiera era de Albert Boadella... Pobre señor Puig, qué triste tiene que ser la vida del nacionalista.
Pronto volveré con lo sucedido esta semana en el 18/98 y con el asunto de la conferencia en la Carlos III, porque ya tengo la grabación y no tiene desperdicio. Hasta entonces un abrazo.
Renault
Saludos a todos
No doy abasto. El lunes empezaron a desfilar los testigos por la Audiencia Nacional y aquello realmente fue algo digno de ser visto y contado, pero no lo haré ahora sino a finales de esta semana si encuentro tiempo. Esta carta en cambio es para hablaros de algo que aparentemente no tiene relación directa con el 18/98, aunque en realidad sí la tiene y mucha (...)
Me refiero al acto de presentación de Ciudadanos de Cataluña que se celebró el martes en Madrid y al que acudí tal y como había anunciado en mi anterior correo. La convocatoria era a las 8 en el Teatro Reina Victoria y llegué justo a esa hora, encontrándome con una considerable cola de ciudadanos de Madrid que querían saber qué tenían que contarles sus colegas catalanes. Dado que estas son cartas personales voy a permitirme hacer un comentario muy personal sobre la impresión que a primera vista me causaron esas gentes que hacían cola a mi lado en la Carrera de San Jerónimo, igual que hice otro tanto al hablar de esas otras personas con las que me manifesté en la plaza Moyúa de Bilbao el 18 de febrero. Si entonces dije -con la única intención de dibujaros el ambiente que allí se respiraba- que la mayoría de los asistentes al acto del Foro de Ermua tenían toda la pinta de pertenecer a eso que se llama derecha sociológica, espero que lo que voy a decir ahora de los asistentes a este otro acto se entienda también como una mera descripción literaria, nada más.
Lo primero que me sorprendió de la gente que estaba haciendo cola fue que eran muchos, sin duda varios centenares, y que aún así yo no conocía a nadie, ni siquiera de vista. Digo esto medio en broma, pero sólo medio porque la verdad es que muchas otras veces tengo la sensación de que a estas cosas vamos los cuatro gatos de siempre. Pero el martes no, el martes había mucha gente, gente a la que no había visto en mi vida y que juraría que no era la gente que habitualmente se moviliza en la calle, aunque probablemente era gente que lleva tiempo movilizada en internet.
Pero lo más curioso es que esas personas, aún siendo muchas, respondían a un perfil mucho más definido que, por ejemplo, esas otras a la que a una vez me referí como derecha sociológica. En ese grupo con el que me manifesté en Bilbao -y en otras muchas ocasiones- incluía por ejemplo a jóvenes y adolescentes con aspecto de pasarse el fin de semana en alguna discoteca de moda, o practicando algún deporte, o haciendo alguna buena obra con su parroquia (actividades todas ellas que considero muy respetables, por si alguien lo duda). Los adultos a los que aludía entonces también presentaban un perfil variado, que iba desde personas de mediana edad con aspecto de tener estudios universitarios y de pertenecer a “buena familias” por decirlo así, a jubilados de lo que antes se llamaban clases populares. En fin, creo que os podéis hacer una idea de a qué me refería y, por favor, no penséis que hay nada despectivo en lo que digo, sino simplemente descriptivo.
Pero los del martes eran bastante diferentes a esos otros y curiosamente bastante menos variados entre sí. Por ejemplo en cuanto edad: la inmensa mayoría aparentaban tener entre treinta y cinco y cincuenta y cinco años, y sólo recuerdo a una persona que tal vez aún no hubiera cumplido los treinta, aunque sí había algunas pocas de más de sesenta (entre ellas una señora que iba disfrazada de Carmen Martín Gaite, boina incluída). Por otra parte la indumentaria era bastante homogénea aún dentro de cierta diversidad: enorme proliferación de corbatas y en general de gente bien vestida -algo absolutamente inusual en estos saraos- aunque a la vez la mayoría tenían un cierto aire moderno, tanto en la ropa como en el peinado (hombres con cuidadas melenas entrecanas y ese tipo de cosas).
No sé, digamos que por apariencia el público que había allí podría ser una mezcla del que se puede encontrar en un concierto de jazz, en una agencia de publicidad y en un congreso de cardiología. Al darme cuenta de esto empecé a pensar algo que tal vez os parezca un disparate, pero que a mi me parece una hipótesis muy plausible para explicar las peculiares características de aquel grupo: aquella gente con aspecto elegante y europeo que hacía cola junto a mi eran mayoritariamente catalanes residentes en Madrid o madrileños estrechamente vinculados con Cataluña. Lo diré de otra forma por si a alguien le parece demasiada aventurada mi hipótesis: aquella gente tenía aspecto de ser gente moderna, abierta, civilizada, culta, europeísta y esas cosas que tantas veces en España han representado (y hablo desgraciadamente en pasado) los catalanes. De todas formas lo que es indiscutible es que el más zafarras de todos los que había allí, el único que por su torpe aliño indumentario iba proclamando involuntariamente que era un madrileño de pura cepa (si es que eso significa algo), era yo.
¿Será verdad eso que dicen los de ERC de que Ciudadanos de Cataluña es un partido de pijos? Pues a lo mejor es cierto y lo son o al menos lo parecen, aunque pijos no es el término que yo utilizaría. En cualquier caso los mismos de ERC también gustan –y yo diría que mucho más- de ofrecer una estudiada imagen de sí mismos que en mi opinión les hace parecer una mezcla de gangsters de Marsella, fascistas del norte de Italia, y contertulios habituales de Crónicas Marcianas... ¿He dicho que parecen una mezcla de esas tres cosas? Rectifico: son una mezcla de esas tres cosas.
El caso es que estaba pasando el rato pensando estas tonterías y hablando con alguno de los que había a mi lado, cuando se acercó alguien que llevaba colgando una tarjeta que le identificaba como miembro de la organización y nos dijo que el aforo estaba completo y no íbamos a poder entrar. Hubo una gran decepción entre muchos de los que guardaban cola y que, pidiendo que en el futuro se organizara otro acto en algún local más grande, se despidieron y se marcharon. Un reducido grupo en lugar de irnos a casa nos acercamos a la puerta y aguardamos pacientemente a que nos dejaran entrar porque ya sabíamos cómo son estas cosas. Pasé cerca de tres cuarto de hora a la puerta del teatro hablando con un señor de la organización que muy amablemente me dio conversación, un tipo que me recordaba a José Luis Cuerda pero con el pelo y la barba arreglados, y por supuesto con traje (¡todos los miembros de la organización iban con traje!). Por cierto que este señor fue la prueba de que no estaba tan equivocado: él era madrileño pero había vivido en Cataluña, su mujer era catalana, hablaba catalán entre otros varios idiomas y su hijo mayor incluso se llamaba Jordi, cosas todas ellas que al parecer le ayudaron enormemente en no sé qué pleitos que tuvo con no se qué ayuntamiento de por allí.
Pasado ese tiempo y como ya preveía unos pocos de los que había dentro salieron y a otros pocos -entre ellos a mí- nos dejaron entrar. Llegué a tiempo de oír el final del discurso de Rosa Díez y completos los de Francesc de Carreras y Arcadi Espada. En mi opinión estuvieron muy bien, y como ya anticipaba antes comprobé que en las palabras de Rosa Díez se unían temas muy relacionados entre sí como son la crisis del actual modelo de estado y el asunto del mal llamado proceso de paz. Y es que no es posible hablar de libertad sin hablar de justicia y viceversa, aunque últimamente a muchas personas les parece que son cosas que nada tienen que ver, probablemente porque esas personas no tienen ni idea de lo que es ni una cosa ni la otra.
Insisto en que a mí los tres discursos que escuché me parecieron bien, incluso muy bien, y no voy a repetiros lo que allí se dijo porque posiblemente ya lo habréis leído, pero quiero aclarar algo sobre mi posición acerca de este nuevo partido. Algunos amigos míos -hablo de gente seria, culta y con criterio bien formado- me han hecho llegar su desconfianza hacia algunas de las personas que el martes intervinieron en el Teatro Reina Victoria y en general hacía el proyecto político de Ciudadanos de Cataluña. Yo tampoco comparto cien por cien lo que todos y cada uno de los miembros de esta agrupación dicen, y de hecho tengo serías discrepancias de fondo con algunos de los planteamientos que incluso como organización postulan. Pero creo que a pesar de todo ello lo que están intentando -que es nada más y nada menos que crear un partido político alternativo al PSOE- es algo que merece mi apoyo porque para mí está clarísimo que la izquierda española necesita otro partido al que poder votar.
Miento, no es solo la izquierda quien necesita un recambio al PSOE, es toda España porque con un solo partido defendiendo el actual modelo de estado (que yo sepa el PP es el único que lo defiende) tampoco vamos a ninguna parte. Otra cosa es que llegado el momento yo vote a los Ciudadanos de Cataluña, a otro partido que surja, al PP (no sería la primera vez), o si creo que es lo mejor vote en blanco (sería la enésima vez). No sé lo que haré en las próximas elecciones y por ahora no me preocupa, pero lo que tengo clarísimo es que no votaré al PSOE (la última vez fue hace no sé cuanto) a no ser que se produzca un autentico terremoto en su interior, y no me refiero a unas ligeras sacudidas sísmicas, me refiero al big one del que hablan los californianos. En cualquier caso coincido plenamente en algo que el martes dijo Savater sobre que, aún siendo difícil, es más fácil crear un nuevo partido que arreglar los que tenemos, a lo que yo añadiría que la única forma posible de arreglar los que tenemos es crear uno nuevo que les quite votos, que es lo único que parece importarles.
Dicho de otro modo: ¿Es Ciudadanos de Cataluña la solución a la profunda crisis política que vivimos? No, claro que no, pero es parte de la solución, mientras que el PP y el PSOE son parte del problema, e incluso diría que a día de hoy este último es la parte esencial del problema, porque nacionalistas, independentistas y terroristas los hemos tenido siempre, pero ha sido el PSOE quien con su actitud de los últimos años nos ha metido en este lío.
Con respecto a cómo son algunas de las personas que hablaron el martes, pues igual esos amigos míos tienen razón y resulta que fulanito está demasiado encantado de conocerse a sí mismo y menganito es un poco trepa... ¿y qué? Aunque fuera cierto, no tengo intención de intimar con ellos y dada mi incapacidad para establecer imaginarias relaciones afectivas con gentes a quienes no conozco, el día que como personas públicas dejen de hacer cosas que merezcan mi apoyo se lo retiraré y a otra cosa. En cualquier caso, visto lo visto, los prefiero mil veces a ellos antes que a la inmensa mayoría de los políticos profesionales de este país.
De todas formas tampoco quiero negar la evidencia: ninguno de los que hablaron el martes es uno de esos líderes políticos que este país necesita, y eso es un problema que no tiene fácil solución porque a mí desde luego no se me ocurre ningún nombre que poner encima de la mesa. Pero precisamente por eso creo que todos tenemos que dar un pequeño giro copernicano a nuestra manera de entender la política, más que nada porque no tenemos otro remedio que hacerlo. Me refiero a un giro que minimice esa indisicutible carencia de verdaderos líderes políticos que padecemos, y que es un giro que también tiene que ver con la conclusión más clara de todas las que saqué el martes y que es esta: lo mejor que había en aquel acto era el público.
Yo, que ni tengo nada de catalán, ni visto con elegancia, ni mucho menos luzco melena plateada, me sentí no diré que tanto como identificado, pero sí muy cómodo entre aquellos centenares de personas que llenaban el Teatro Reina Victoria. Se veía que sus profesiones no tenían que ver con la política, pero no estaban dispuestos a olvidarse de sus responsabilidades ciudadanas en el dramático momento en el que estamos. Tampoco tenían reparo en criticar a los que probablemente fueron hasta hace poco sus partidos políticos de referencia, pero no se respiraba allí nada parecido al rencor ni al deseo de venganza, al contrario, reinaba un magnífico ambiente, muy relajado y lleno de sentido del humor (por cierto, aquí va una regla casi infalible para detectar a la primera a un pésimo político: no tiene ningún sentido del humor... creo que no hacen falta ejemplos).
Y sobre todo: tengo la sensación de que el público del acto era consciente de que seremos nosotros y sólo nosotros, los ciudadanos, los que con suerte consigamos salir de este lío en el que nos han metido los políticos profesionales (con la impagable ayuda de los medios de comunicación, todo hay que decirlo). Y no es que no necesitemos figuras con proyección pública entre nosotros, que sí las necesitamos, pero en el fondo eso es secundario porque estamos en la hora de los ciudadanos, en el momento del verdadero discurso político que es lo que urgentemente nos hace falta, y es ese discurso el que debe aglutinarnos más que ninguna bandera ni ninguna persona, por muy digna que sean una u otra. Y yo creo que sí hay gente capaz de articular ese discurso.
En este sentido no creo que allí hubiera nadie que hubiera acudido a jalear a ningún líder carismático, no creo que nadie se olvidara de su sentido crítico mientras los oradores hacían uso de la palabra, y estoy seguro de que muchos de los asistentes han hecho y harán cosas política y socialmente más relevantes que acudir a un acto como el del martes, y es a lo que finalmente voy, a que como ya he dicho antes tengo la sensación de que muchísimos de los presentes llevaban tiempo movilizados no en las calles, pero sí en internet. Y esta es una suposición basada no sólo en el sentido común o en la intuición, sino en muchos comentarios que oí a los asistentes.
A estas alturas del siglo XXI hay una enorme diferencia con lo que ocurría hasta hace bien poco, y es esta: ahora cualquier ciudadano puede hacer oír su voz gracias a esa increíble herramienta que es internet, y estas cartas y este blog son una prueba de ello, una prueba más entre las muchísimas que se pueden encontrar en la red. Los días en los que el poder de la comunicación social estaba en manos de unos pocos tocan a su fin, y ellos -quienes detentaban hasta hace bien poco ese poder exclusivo- lo saben y están asustados, no hay más que leer las cosas que dicen y cómo intentan medrar en este nuevo territorio. Por supuesto no van a desaparecer ni la prensa, ni la televisión, ni la radio, ni los periodistas profesionales, ni los grupos mediáticos ni falta que hace, pero esas ya no serán las únicas voces que los ciudadanos puedan escuchar. De hecho hace tiempo que esto es así y cada vez lo será más, lo cual es una gran noticia porque en la prensa profesional -imprescindible a pesar de todo- hay demasiados intereses económicos, empresariales y políticos, y -cada vez estoy más convencido de ello- bastante poco interés por la verdad.
Puede parecer que exagero, pero pensad esto: ¿Una aventura como la de Ciudadanos de Cataluña se hubiera siquiera intentado sin internet? Yo estoy seguro de que no, y la prueba es que nunca antes se había hecho nada parecido. Estoy convencido de que el nacimiento de este insólito partido ha sido posible ha sido gracias a ese nuevo foro que es la red, y es más, creo que buena parte del éxito se lo deben concretamente al blog de Arcadi Espada. Algunos pensaran que me paso proponiendo a Arcadi Espada como ejemplo de ciudadano que ha conseguido tener voz gracias a internet... pero es que yo no estoy hablando de él, estoy hablando de los cientos de ciudadanos -si no miles- que diariamente debaten en su blog -a veces incluso a con inteligencia y sentido común- y que son quienes realmente dan su fuerza al nuevo partido porque se sienten partícipes de ese proyecto.
Definitivamente no creo que Ciudadanos de Cataluña sea lo mejor que la era internet pueda aportar a la política de este país, ha sido simplemente lo primero y para ser lo primero no está nada mal, y tanto si tienen éxito como si no surgirán otras cosas y algunas de ellas mejores, seguro. Ya esta por ahí el Manifiesto de Euston y muy pronto estará también, como algunos de vosotros sabéis, el Manifiesto Ciudadanos de Europa al que le deseo el mayor de los éxitos. Y eso que algunos creían que internet sólo iba a ser útil a los pederastas y a los terroristas... pues va a ser que no.
Mis esperanzas como veis no están puestas en ninguna organización de ningún tipo, sino que residen literalmente en los ciudadanos de Cataluña, de España, de Europa y del resto del mundo. Salgamos todos de una vez de la aldea global y cambiemos la boina por la toga para saludar -o más exactamente, para ayudar a alumbrar- esa polis global que viene de camino.
Pero no quiero acabar poniéndome demasiado solemne, así que para terminar os voy a contar algo francamente divertido que sucedió a la salida del acto. Recién acabado el acto me quedé un rato a la puerta del Reina Victoria echando un vistazo a la gente que formaba corrillos al salir del teatro, y en esa tarea de observación estaba cuando llamó mi atención una figura lejanamente familiar que ya me había parecido ver antes deambulando por la calle: era Joan Puig, ya sabéis, ese líder de ERC que se hizo famoso entre otras lindezas por bañarse en una piscina ajena con el carnet de diputado en la mano. Por un momento dude de que fuera realmente él, pero sí lo era y un par de tipos al lado mío también se habían dado cuenta y se reían. Me acerqué a ellos y se lo comenté. Uno de ellos (el que llevaba corbata, el otro era publicista y están exentos) dijo algo que describía perfectamente la situación y al personaje: Lleva un rato dando vueltas por aquí –me confirmó- a ver si alguien le insulta y así tiene algo que contar.
Pues nada, el señor Puig se fue de vació, no pudo llevarse ni una mísera mirada de ese odio que tanto necesita, tan solo alguna sonrisa socarrona que ni siquiera era de Albert Boadella... Pobre señor Puig, qué triste tiene que ser la vida del nacionalista.
Pronto volveré con lo sucedido esta semana en el 18/98 y con el asunto de la conferencia en la Carlos III, porque ya tengo la grabación y no tiene desperdicio. Hasta entonces un abrazo.
Renault
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