lunes

Un día muy duro (I)

3 de abril de 2006

El miércoles pasado fue un día muy largo, y acabó siendo también un día muy duro. Desde muy pronto me puse a escribir para vosotros una carta describiendo con humor (al menos eso intentaba) un curioso cambio que ha habido en la indumentaria aberzale desde el lunes. Antes de las diez llamé a la estudiante para decirle que esa mañana no iba ir a la Casa de Campo, pero que nos veríamos por la tarde en Génova para esperar a Otegi (...) Me dijo que ella tampoco iba a ir al 18/98 esa mañana, porque a la una y media había un acto en la Universidad Carlos III que bajo el bonito título de Caza de brujas a los movimientos sociales vascos. El macrojuicio 18/98 había organizado la Asociación Universitaria Carlos Marx.

No hace falta que os diga que últimamente me apunto a un bombardeo, así que le dije a mi amiga que contara conmigo y allá que nos fuimos. Lo malo fue que no me dio tiempo a acabar mi carta, así que tendréis que esperar a que encuentre un hueco para saber cuáles son la últimas tendencias en la moda aberzale para esta temporada.

Del contenido del acto de la Carlos III hablaré con detalle otro día porque espero disponer pronto de una grabación completa de lo que allí se dijo, y prefiero no precipitarme hablando sólo de memoria. Los organizadores del acto, con los que tuve un "intercambio de pareceres" en la cafetería una vez concluido el evento, me aseguraron que la grabación de audio que habían realizado estaba a mi disposición. El viernes les mandé un email solicitando formalmente una copia de dicha grabación, ya veremos si cumplen su palabra. Digo que no voy a hablar del contenido del acto por ahora, pero sí os contaré un par de cosas que sucedieron antes y después.

Justo a la puerta, cuando mi amiga la estudiante y yo nos disponíamos a entrar a la sala, coincidimos unos segundos con una de las dos conferenciantes anunciadas, una señora llamada Carmen Lamarca, profesora titular de derecho penal de la Carlos III, a quien a ojo de buen cubero le echo unos cincuenta años, y que tenía el aspecto de cualquier otra señora de su edad y condición. Al parecer la profesora Lamarca ya tuvo una buena pelotera con el rector de la Carlos III, que como todo el mundo sabe es Gregorio Peces Barba, hasta hace bien poco Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo, a santo de que la señora Lamarca, que aparte de a la docencia se dedica también a la práctica de la abogacía, pretendía ejercer como parte de la defensa de los imputados en el 18/98, y creo que incluso quería hacerlo desde un gabinete jurídico vinculado a la propia Universidad. Pero el rector, un peón del PP y la COPE como todo el mundo sabe, le dijo que eligiera entre defender a etarras y dar clases en su universidad y claro, entre la pela y el compromiso esta señora eligió la pela, y ahí sigue formando a los futuros defensores de la Ley.

Hay más sobre su historial profesional, pero vamos a lo que vamos. Estábamos en la puerta con Doña Carmen y lo que allí vimos y escuchamos mi amiga y yo fue aparentemente poco importante, pero tremendamente definitorio de este personaje. Resulta que estaba hablando desenfadadamente con una alumna mientras ambas admiraban un cartel que había allí colgado en el que se hacía referencia a lo que ahora mismo está pasando en París, ya sabéis, todo ese lío con los estudiantes que francamente no sé muy bien qué es porque no tengo tiempo de informarme de todo. El caso es que la señora Lamarca, toda sonrisas, manifestaba su entusiasmo por lo que estaba ocurriendo en Francia, y decía que a ver si aquí los estudiantes también se animaban, pero que bien pensado era mejor organizar algo para ir a París porque aquello -y esto lo dijo pletórica de felicidad- era como Mayo del 68.

A mí, lo reconozco, se me revolvieron las tripas viendo la escena. Si hay algo que me repatea más que un alumno haciéndole la pelota a un profesor es un profesor haciéndole la pelota a un alumno, esforzándose por parecer su coleguilla, afanándose en borrar esa distancia que en tantos aspectos separa al uno del otro, le guste o no. Voy a utilizar una figura retórica para nombrar eso que tanto rechazo me producía al ver a Doña Carmen embelesada ante la fantasía de viajar con sus alumnos al París sesentayochista de sus recuerdos, reales o imaginarios, e invitando a esa alumna a fantasear lo mismo que ella. Insisto, es una figura retórica, así que nada de escandalizarse. Lo que para mí hacía esa señora, y que hacen tantos como ella, podría llamarse perfectamente pederastia intelectual (esto de pederastia intelectual se lo tomo prestado a un tal Jordi Bernal que lo utilizó en una magnífica crónica sobre el boicot a Ciudadanos de Cataluña en Gerona).

Defino "pederastia intelectual" para evitar confusiones: dícese del abuso intelectual por parte de un sujeto adulto hacia otro más joven que intelectualmente está en una situación de inferioridad o inmadurez, para obtener de éste el efímero placer intelectual de sentirse intelectualmente joven de nuevo, pasando al poco tiempo a abusar intelectualmente de otra víctima, dejando a la primera intelectualmente tocada, a veces de manera trágica y de por vida (aquí me refiero a los jarrais, maulets, trabajadores nacional sindicalistas, y toda la caterva de juventudes radicales de uno y otro signo manejadas por auténticos "serial killers" de la pederastia intelectual). Insisto mucho en repetir "intelectual" e "intelectualmente" por todas partes porque la señora Lamarca seguro que acaba leyendo estas líneas (saludos Doña Carmen) y como ya he dicho es abogada en ejercicio, así que tengo que andarme con cuidado.

Seguro que algunos pensáis, y más después de la carta que habéis recibido el otro día, que estoy exagerando un poquito y que no puedo decir estas cosas sólo por haber contemplado esa escena. Es cierto, no debería decir estas cosas basándome sólo en lo que vi a la puerta de la sala, aunque entonces ya las pensara. Si me atrevo a decirlas, y a ponerlas por escrito, es porque lo que luego esa señora dijo durante el acto a su joven audiencia, y también la manera de decirlo, no hizo sino confirmar esa idea. Pero de eso hablaré otro día. Lo único que adelantaré es que me faltó tiempo para levantar la mano cuando acabó la segunda oradora, Amalia Alejandre, defensora de presuntos terroristas en el 18/98, y nada más empezar a formular mi pregunta mi pobre amiga se dio cuenta de que ese individuo tan pacífico y educado con el que habitualmente pasa las mañanas en la Casa de Campo, se había convertido de repente en un peligroso perro de presa que no iba a dejar que se le escaparan esas dos piezas. Mi pobre amiga creo que pasó un poco de mal rato, pero mereció la pena porque las consecuencias de lo que dije -y de cómo lo dije- se vieron muy poco después, concretamente en ese encuentro que antes mencionaba con los organizadores del acto una vez que éste acabó.

Seguro que antes, cuando he mencionado ese "intercambio de pareceres" en la cafetería, muchos habéis pensado que fui yo quien lo buscó, pero no fue así, y ahí es donde voy. Estábamos comiendo algo la estudiante y yo junto con otros nuevos amigos de los que en seguida hablaré, cuando se nos acercó el organizador, un muchacho muy joven, y comenzó a hablarle a uno de los de nuestro grupo, también alumno de esa universidad y activista político, aunque de muy diferente clase. El organizador, justo a mi lado y yo diría que haciendo un esfuerzo para no mirarme siquiera, se excusaba ante el otro diciendo que por supuesto ellos no apoyaban el terrorismo, que las víctimas merecían todo su respeto, etc. Mi amiga la estudiante, con muchísima serenidad, comenzó a explicarle que lo que se había dicho en ese acto no era más que una sarta de mentiras y que el 18/98 no es ni de lejos un juicio político. Yo miraba el perfil de aquel joven -ya digo que ni se giraba hacia mí-, y para mis adentros pensaba: este chaval es un buen chico, se le nota en la cara, y está aquí justificándose porque se ha dado cuenta de que lo que ha hecho nos ha dolido mucho, y se ha dado cuenta porque en mi intervención había algo más que razonamientos, había una pasión y una rabia que probablemente no se esperaba. El pobre escuchaba las muy razonables palabras de mi amiga, pero con el rabillo del ojo me miraba como temiendo que en cualquier momento yo saltara sobre su desprotegida yugular.

Y saltar no salté, pero amagué algo así como una dentellada, señalándole con el dedo acusador mientras le decía que lo supiera o no, le gustara o no, lo que había hecho era dar la palabra a los defensores de los terroristas y permitir que en el acto que había organizado y moderado se hiciera una defensa bastante expresa de sus crímenes. Él trataba de parar la embestida diciendo que eso no era cierto, que nadie había justificado el terrorismo etarra, pero yo le desafié a que me facilitara la grabación para que comprobáramos si tanto las conferenciantes, como en especial un individuo del público, lo habían hecho o no. Creo que el chaval empezó a asustarse realmente en cuanto empezó a pensar en lo que alguien como yo podía hacer con una prueba documental como esa. Estoy seguro de que empezó a pensar en que se podía montar una buena, en que su asociación iba a estar en el ojo del huracán, que iban a perder su local y entrar en no sé qué lista negra, en que yo no iba a ser el único en señalarle con el dedo, muy probablemente imaginó al ilustrísimo rector (o magnífico, no recuerdo) echándole una filípica parecida a la que recibía de mí, y tal vez hasta la palabra "expediente" se le cruzó por la imaginación.

Yo creo que al asustarse el chaval demostró que tal vez fuera un irresponsable, pero que no era tonto. ¿Creéis que exagero, que en realidad ese chico y su asociación no tienen nada que temer? Os diré algo que os hará cambiar de opinión de inmediato: Libertad Digital quiere hablar con mi amiga y conmigo sobre lo que el miércoles ocurrió en esa universidad cuyo rector es Gregorio Peces Barba, a quien como todos sabéis siempre tratan con un especial cariño y respeto en ese medio. Si Federico y los suyos empiezan una campaña (otra quiero decir) contra Don Gregorio, y si éste necesita que ruede alguna cabeza para minimizar los daños en su ya maltrecha imagen, ¿de quién creéis que va a ser esa cabeza? ¿De esa abogada de terroristas que en todos los sentidos está fuera de su alcance? ¿De esa profesora (profesora titular, ojo) que probablemente también lo esté? Yo creo que no, las cadenas se rompen por los eslabones más débiles, y aquí esta muy claro cuál es ese eslabón más débil.

Por si alguien lo duda aclararé que no pienso participar en ningún linchamiento, y que mi disposición a colaborar con Libertad Digital, en este o en cualquier otro asunto, es igual a cero. Probablemente ellos no me necesitan a mí, pero lo que es seguro que yo, les necesite o no, no les quiero a mi lado. No pretendo atacar a Peces Barba, señor que sinceramente me es bastante indiferente, ni mucho menos les deseo ningún mal a los chicos de la Asociación Carlos Marx. Al contrario, les deseo lo mejor, esto es: que se caigan de una vez del guindo, que dejen de jugar a la revolución de la Señorita Pepis, que se den cuanta de con qué clase de gente se están juntando, que aprendan a asumir la responsabilidad de sus actos, y que en definitiva maduren, que ya van teniendo edad. Y si para conseguir eso les tengo que enseñar los dientes un par de veces más lo voy a hacer. Por cierto, apuesto lo que sea a que si esto llega más lejos de lo que a mí me gustaría, los amigos de la Carlos Marx van a comprobar por sí mismos el grado de solidaridad y compromiso de su querida profesora de derecho penal, es decir, van a ver con sus propios ojos como esta señora les abandona a su suerte en cuanto sospeche que corre el más minimo riesgo de perder su sueldo y su posición. En cualquier caso, y acabe esto como acabe, estos muchachos van a pensarse dos veces a quién le ceden su tribuna la próxima ocasión, de lo cual me alegro por todos, especialmente por ellos.

Bueno, vamos con esos nuevos amigos de los que hablaba. Son tres, todos ellos estudiantes de la Carlos III, y dos de ellos miembros de una asociación universitaria (Alianza Universitaria para el Debate Político, creo que se llama). El tercero en cambio va por libre, más o menos como yo. Sí con los primeros mi amiga ya había tenido algún contacto, el encuentro con este último fue realmente curioso. Estaba sentado justo delante mío durante la conferencia, y en algún momento le oí un comentario dicho para sí mismo que le hizo ganar automáticamente mi simpatía. Lo que no me esperaba es que a la salida se acercase a mí y me dijera que era un lector habitual de mi blog. No sé si se me notó, pero me quedé estupefacto. Inmediatamente me di cuenta de que durante mi intervención había mencionado mi blog, porque ya que la profesora había hecho publicidad de no se qué libro suyo, no iba yo a ser menos. Aún así la cosa no estaba aclarada ¿de qué demonios conocía este chico mi blog? Él me lo explicó: había llegado a él a través de un enlace desde el blog de Arcadi Espada. Si a este dato añadimos que mi lector parecía muy amable y educado, y además tenía un aspecto muy simpático, así como medio modernillo (había algo en su pelo que me recordaba al de Robert Smith, el de los Cure), la verdad es que me quedé encantado de haberle conocido y le invité a que comiera con nosotros.

Él no conocía a los otros dos más que de vista, y la verdad es que hacían un trío de lo más peculiar. Uno de los otros tenía un aspecto digamos bastante normal (como todo el mundo yo llamo normal a lo que se parece a lo mío), pero el otro, su socio en la Alianza para el Debate, podría haber servido para modelo al monumento al jarraichu que próximamente levantarán en alguna localidad vasca, perforaciones auriculares varias incluidas. Como os podréis imaginar no paramos de tomarle el pelo a santo de su aspecto, y mi amiga llegó a decir, en broma por supuesto, que tenía que venirse al 18/98 e infiltrarse entre la parroquia batasuna. Él respondió que aunque era consciente de que en un primer momento los otros se tragarían el anzuelo, él no iba a tardar ni medio minuto en empezar a largar por esa boquita, y a fe mía que se conocía bien a sí mismo por lo que luego pudimos ver a lo largo de la tarde frente a la Audiencia Nacional en la calle Génova.

Pero antes de llegar al punto álgido de la jornada quiero decir algo más de éste joven y de su socio. Según me contó mi amiga esos dos, en compañía de otros miembros y simpatizantes de su asociación, habían hecho hacía unas semanas un viaje al País Vasco para tomar contacto con la realidad cotidiana que se vive allí. Estuvieron no sé cuántos días de aquí para allá visitando pueblos y ciudades, entrevistándose con personajes diversos y conviviendo con esos conciudadanos nuestros que malviven por aquellas tierras por culpa de los herederos políticos de Sabino Arana, sin que a la mayoría de nosotros parezca importarnos lo más mínimo. Pero a ellos se ve que sí les importa, tanto que están dispuestos a gastarse ese dinero que seguro no les sobra en ir a ver con sus propios ojos lo que allí sucede, en lugar de (o además de, eso no lo sé) apuntarse a algún macrobotellón. Jóvenes así le hacen pensar a uno que a lo mejor este país sí tiene algún futuro.Y con esto no pretendo adularles, ni tampoco voy a pedirles que cuenten conmigo para su próximo viaje. A diferencia de la señora Lamarca yo soy muy consciente de la edad que tengo aunque no aparento, y no me seduce nada la idea de convertirme en coleguilla suyo, aunque será un honor que en el futuro me consideren su amigo. De hecho, escaldado por lo que le había visto hacer a Doña Carmen, estuve a punto de pedirles a mis tres nuevos amigos que me hablaran de usted, pero afortunadamente me di cuenta a tiempo de que se iban matar de la risa y me iban a perder el poco respeto que me tuvieran.

Total, que tras comer algo en la cafetería de la Carlos III, mi amiga la estudiante, esos tres personajes de los que acabo de hablar, y este anciano (por comparación) Renault nos marchamos hacia Madrid en donde teníamos una cita a las 17:30 con Otegi, Marlaska, algunos amigos del 18/98, y unas docenas de ultraderechistas y batasunos. Ya he contado parte de lo que sucedió allí en esa carta que os envié la semana pasada. Pero esa era una carta para el público general, y ya sabéis que a vosotros me gusta contaros cómo es la letra pequeña de esos acontecimientos que a veces, como el pasado miércoles, no acaban de ser tan históricos como podrían haber sido...


(CONTINUARÁ)

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