Transplante de cara (dura)
Madrid 12 de febrero de 2006
Saludos a todos
Mañana lunes a las 10 de la mañana se reanuda el juicio, o al menos eso espero. Va a ser un día clave, un verdadero hito en el camino de la lucha contra el terrorismo, camino en el que no está claro sí vamos a seguir guiándonos por la legalidad, la memoria y la Justicia (así, con mayúsculas), o vamos a desviarnos por el atajo de las componendas, la indignidad y la Injusticia (tambíen con mayúsculas). Y curiosamente va a ser un día en el que, salvo sorpresas de última hora, los que apoyamos que se siga avanzando por el que creemos el recto camino, seremos menos que nunca porque algunos de los nuestros tienen compromisos ineludibles que les impedirán estar en la sala. (...)
Hace unos días Ilsa me hacía saber esta desafortunada coincidencia, y añadía esto: Nosotros no vamos a poder estar, al menos por la mañana, y es muy importante que haya gente en la sala. Nunca os he pedido esto, pero ahora lo hago: intentad traer a algún amigo. Y era cierto, nunca nos había pedido que trajeramos a nadie ni que hicieramos ningún tipo de proselitismo. Yo me he metido en este charco, y os he metido a vosotros, sin que nadie me animara a hacerlo. Pero esta vez es la propia Ilsa la que, a través mío, os invita a acudir a la Casa de Campo. A eso de las 9:30 de la mañana estaremos allí, con toda seguridad, la estudiante, el señor del sombrero, una de las amas de casa, y el que esto escribe. Nos sentiremos un poco como la tropa que ha perdido a sus capitanes, así que dadnos una sorpresa y apareced alguno por allí. Os recibiremos como a los gaiteros aquellos que aparecían al final de 55 días en Pekín.
Si todo sucede como debería y por fin Xabier Alegría comienza a declarar, ya ha advertido cuál será el objetivo de sus palabras, y por supuesto ese no va a ser demostrar su inocencia. Él sabe, o cree saber, que lo importante aquí no es si él ha cometido los delitos que se le imputan. Los acusados en este proceso tienen muy claro que para librarse de la cárcel lo que tienen que hacer no es defender su inocencia, sino convertir este proceso penal en un proceso político, cosa que, curiosamente, es de lo que nos acusan a quienes sí queremos que siga siendo un proceso penal. Ya lo intentó cuando empezó su fallida declaración hace no sé cuanto tiempo, y ahora anuncia que lo volverá a hacer. Lo que quiere Xabier Alegría es utilizar su comparecencia en este caso para denunciar las sistemáticas torturas que, según él, sufren los ciudadanos vascos por el simple hecho de ser vascos (para él ser vasco es sinónimo de ser abertzale, como para el PNV ser vasco es sinónimo de ser nacionalista). La tarea de demostrar que este individuo es culpable de los cargos de los que se le acusa corresponde al fiscal y a nadie más, y desde luego no a mí. Pero sí tengo algo que decir sobre la denuncia que quiere hacer pública el señor Alegría.
Parece ser que la gota que ha colmado el vaso de su paciencia ha sido la reciente sentencia exculpatoria sobre el caso de supuestas torturas al joven Unai Romano. La justicia ya ha hablado sobre este asunto: esas torturas nunca existieron y la puerta para procesar por denuncia falsa a Unai Romano está abierta. Pero esta sentencia firme no solo no convence a los abertzales, sino que también parece resultar inquietante para muchos sectores políticos, sociales y mediáticos, y yo me he propuesto tranquilizar un poco sus escrupulosas conciencias (escrupulosas a veces, otras veces tremendamente laxas).
Una de las principales pruebas de esas torturas son esas fotos de Unai antes y después de haber sido detenido, y os propongo que juguemos un poco a detectives con ellas. Es un juego que no tiene la menor intención de influir en la labor de la justicia, ya realizada por otra parte, pero que tiene cierto interés de cara a la opinión pública. Haced click sobre las fotografías que hay al inicio de esta carta y observadlas detenidamente. Comparad en ambas la boca, la punta de la nariz y el mentón. Son de la misma persona, es indudable: la misma forma, el mismo pequeño lunar bajo la boca, hasta la misma expresión. Es curioso que en esta parte del rostro no haya el menor signo de violencia: ninguna herida, ningúna hinchazón, ningún enrojecimiento. Es practicamente inconcebible que alguien que parece haber recibido semejante paliza tenga esa parte de la cara indemne. Pensad en cómo queda el rostro de un boxeador tras un combate, en el de las mujeres maltratadas que aparecen en la televisión, en el de cualquiera de nosotros si nos damos un golpe en la cara. ¿Hay alguien que no sepa lo fácil que es que se parta un labio?
Ahora volved a las fotografías y comparad en ambas el resto de la cara. El color y la textura de la piel es absolutamente diferente, tal vez porque allí sí le han golpeado a conciencia, tan a conciencia que esa parte del rostro ha cambiado de manera uniforme con respecto a la zona de la que antes hablábamos. Supongo que alguien dirá que precisamente le han golpeado en el rostro de esa manera tan peculiar para no dejar marcas en él, argumento tan sólido y coherente como suelen serlo los del mundo abertzale y nacionalista. Pero ahora viene lo mejor: comparad el pelo, las orejas, las cejas. Si hay alguien que no se dé perfecta cuenta de que pertenecen a personas diferentes, que acuda al oculista, al psiquiatra, o que cambie la pantalla de su ordenador.
A Unai Romano le han hecho un trasplante de cara increíblemente parecido al que hace poco veíamos en los medios de comunicación. Buscad en internet más imágenes de esa mujer francesa que valientemente se mostraba ante las cámaras hace unos días y ya me diréis. Se ve que los sádicos represores del publo vasco ya no utilizan la guía de teléfonos o la bañera para torturar, y se han pasado al más moderno e indoloro Photoshop (o programas de retoque fotográfico similares).
Me diréis que soy un plasta, que no hacía falta todo este rollo para darse cuenta de algo que cualquiera advierte con sólo mirar un par de minutos las fotos. Pues parece que no. Los abertzales y el propio Unai siguen exhibiendo este chapucero montaje fotográfico con total desvergüenza, y con mucho éxito además. Lo medios de comunicación se hacen eco de sus tremendas denuncias sin dedicar ni un comentario a la fiabilidad de esas pruebas tan peculiares, y por supuesto los nacionalistas se creen, o dicen creer, todo lo que les cuentan sobre torturas policiales sus socios en la construccion nacional vasca. Y así nos va.
Alguien dirá que el hecho de que esa prueba sea manifiestamente falsa no demuestra que Unai no sufriera en efecto torturas o malos tratos. Y yo le doy la razón, pero añado que sí los abertzales quieren que alguien, o al menos yo, se tome en serio sus denuncias de torturas en este caso, lo primero que tienen que hacer es reconocer que esas fotos son un montaje, y luego si quieren que añadan que tuvieron que falsificar pruebas porque no había otra manera de denunciar algo que, a pesar de esa mentira, sí había sucedido en realidad. ¿Quién apuesta conmigo a que nunca van a reconocer algo así? Y mientras esto no ocurra yo pensaré que las denuncias que realizan no valen nada, especialmente si no son capaces de aportar pruebas fidedignas que las respalden. ¿Por qué vamos a creer que quienes asesinan sin piedad no son capaces de cualquier mentira para alcanzar sus objetivos, sobre todo cuando está demostrado que denunciar torturas sistemáticamente es una estrategía expresamente establecida por ETA hace años? ¿Es tan raro lo que digo?
Por último quiero añadir alto y claro algo que repetiré siempre que haga falta. Me repugnan lo indecible (seguro que como a vosotros) tanto las torturas como cualquier otro crimen que se cometa en nombre de la legalidad y la justicia. En estos casos no cabe otra cosa que perseguir y castigar ejemplarmente a los responsables, sean quienes sean. Hace unos días fuimos a ver Munich y saqué una conclusión muy clara: hablando de terrorismo y crímenes, incluídos los de estado, prefiero estar entre quienes mueren que entre quienes matan . Eso si hay que elegir, claro, si no prefiero estar entre quienes denuncian y piden justicia, que es donde estoy. Si algún día digo lo contrario, pensad que me he vuelto loco y que ya no soy yo el que habla.
Saludos
Renault
P.S.: Mientras cuelgo esta carta en el blog he descubierto otra cosa. A mitad de nariz se ve perfectamente el punto en el que ambas imágenes se mezclan.
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