lunes

El factor humano

Madrid 23 de enero de 2006

Saludos a todos

Os copipego (me encanta este neologismo) un fragmento sacado del famoso blog de Arcadi Espada:


Dice S., anocheciendo, que ya es pintoresco que el Estado de Derecho dependa de la actitud de un hombre. Se refiere al juez Grande-Marlaska, de la Audiencia Nacional, que ha prohibido el congreso reconstituyente de Batasuna. Más que pintoresco es lo corriente. Las grandes instituciones, las grandes palabras dependen de los hombres, de su voluntad y de su ánimo (...)

Qué gran verdad, y sin embargo parece que muchos sueñan (yo más bien diría deliran) con un mundo en el que el factor humano estuviera ausente de los grandes asuntos. Un mundo en el que, por ejemplo, las leyes de los hombres se aplicaran de manera automática, es decir, como las leyes físicas, independientemente de la voluntad o incluso de la presencia de ningún ser humano. Menudo disparate.

Evidentemente yo apuesto por un sistema político en la que las leyes sean elaboradas por un parlamento democrático que represente a toda la ciudadanía, para ser aplicadas luego por funcionarios de justicia que cumplan fiel e imparcialmente con una tarea que la sociedad les ha confiado. Nada más lejos de mi intención que hacer una apología de la arbitrariedad judicial, todo lo contrario. Lo que digo es que tanto la sociedad como el gobierno, el parlamento o la judicatura, están formados por personas de carne y hueso, y al final todo dependerá de lo que esas personas hagan, colectiva o individualmente. Por muy justa y necesaria que sea una ley, será sólo papel mojado si no encuentra a nadie con la voluntad y el ánimo de aplicarla, y si no existe esa persona entonces difícilmente podremos decir que vivimos en un estado de derecho. Da igual de qué institución hablemos: Estado, Gobierno, Parlamento, Sanidad, Universidad, Ejercito, Unión Europea, O.N.U., Barça, Iglesia, etc, todas dependen de las personas que las integran. Y Ley, Justicia, Paz, Progreso, Fe, Igualdad, Libertad, o Amor, sólo son palabras que algunos individuos de nuestra especie se empeñan en sostener, muchas veces pagando un alto precio por ello, tan alto que a veces se quedan solos. Y si algún día nos faltan esos individuos (a los que antiguamente llamábamos héroes y hoy acusamos de afán de protagonismo) esas palabras dejarán de tener sentido. Por tanto, querido amigo S., quien quiera que seas, no sólo el estado de derecho, sino el mundo entero depende de la actitud de un hombre, y en algún momento nos tocará a cada uno de nosotros ser ese hombre.

Todo esto viene a que, a falta de novedades en el proceso 18/98, que como bien sabéis está suspendido hasta final de mes, voy a hacer algo que llevo tiempo intentando, y es hablaros con cierto detalle de algunos personajes, solo aparentemente secundarios, de esta historia; gentes a las que he mencionado de pasada, pero a las que hasta ahora no he dedicado la atención que merecen. Voy a tratar de dar color al perfil de ese pequeño y heterogéneo grupo de personas que, cada uno a su manera, apoya la celebración de esta causa, mis compañeros habituales, y ya diría que amigos, en la sala de la Audiencia Nacional de la Casa de Campo.

Con una de esas personas tengo una especial sensación de no haberle hecho justicia pues es, aparte de Ilsa, la presencia más constante en nuestras filas, y sin embargo apenas he hablado de ella. Me refiero a la estudiante de derecho, a quién he mencionado de refilón en un par de ocasiones. Esta chica, de veintipoquísimos años, ha sido capaz de devolverme la fe no en el género humano (en realidad esa fe nunca la he perdido), pero sí en el gremio de los abogados, lo cual tal vez tenga aún más mérito. Bien es cierto que no es abogado aún, pero pronto lo será, si es que consigue encontrar tiempo para estudiar dada su dedicación a esta causa (en todo el sentido de la palabra "causa"), y espero que nada cambie en ella cuando se licencie.

Yo no sé si es una buena estudiante o no, pero de lo que estoy seguro es de que esta chica siente auténtica pasión no ya por la abogacía, sino por la justicia. Y a uno eso, reconozcámoslo, le sorprende, sobre todo en un estudiante de derecho. Yo pensaba que esa clase de "gente con vocación" solo se daba entre quienes querían dedicarse a la medicina, la enseñanza, el sacerdocio, o el cine, y cada vez en menor medida en todos los casos citados. Pero se ve que no, que entre nuestros estudiantes de derecho hay gente tan exótica como la que pueda haber en una escuela de maestros de educación especial, y eso es una gran noticia. De todas formas no deben ser muchos, pues la presencia de otros estudiantes en el juicio es escasísima, y aunque sólo fuera por ver de cerca uno de los procesos más importantes de nuestra historia judicial, creo que deberían aparecer por allí algún que otro día. Si cuando yo era estudiante hubiera tenido invitación para asistir siempre que quisiera al rodaje de una superproducción española (que es como decir un transatlántico suizo), no lo hubiera dudado, pero debe ser que ellos están muy ocupados empollando derecho civil y yo, es cierto, no tenía demasiado que estudiar.

Además, creo que ya lo he dicho, esta chica no tiene vinculación alguna con el terrorismo, quiero decir, que nadie cercano a ella ha sido víctima de ETA, y ni ha nacido ni vivido en el País Vasco. Simplemente apareció una vez por el juicio de Jarrai por "curiosidad académica", digámoslo así, y se enganchó. Como además de todo lo dicho es una persona inteligente, activa, y eficaz, pronto las organizaciones que apoyan este tipo de cosas, siempre tan necesitadas de ayuda, comenzaron a disputársela amistosamente para sumarla a sus respectivas filas. Y ella, tan generosa como es, intenta echarles un cable a todos, aunque a unos más que otros, pues parece tener claro con quién está dispuesta a echar el resto, y para ello ha sabido escoger de entre lo bueno lo mejor, al menos en mi opinión.

Otra cosa que me gusta de ella es su sinceridad. Hace poco, en uno de los recesos de la vista, estábamos hablando de esto y de aquello y me preguntó que a qué me dedicaba yo, pregunta que nunca había hecho antes y que por ello, dado que nos conocemos ya desde hace un par de meses, habla también de su discreción (virtud de la que yo carezco como demuestran estas cartas) El caso es que cuando le dije que me dedicaba al cine, lejos de mostrar esa sorpresa y desmedido interés que otras personas manifiestan y que me incomoda un poco, lo único que hizo fue decirme que a ella el cine no le interesaba mucho. Me encantó, me pareció de una honestidad poco frecuente, aparte de tremendamente original, ya que hoy en día todo el mundo tiene como principales aficiones el cine y la literatura, como sabe cualquiera que lea los anuncios que en cierta prensa aparecen bajo el epígrafe de Amistad (y que deben ser tan fiables como los de la sección de Relax, supongo).

En esa conversación, que ya digo fue reciente, o sea, después de las navidades, salió el tema de los Reyes Magos, y me confesó que a ella le habían traído unos cuantos libros sobre terrorismo, nacionalismo, y demás plagas, que era lo que les había pedido. Como se ve es una persona seriamente interesada en formarse a conciencia antes de pasar a contribuir, profesionalmente, a crear un mundo más justo. Por un momento, al oír esto, la imaginé como una novicia, llena de fe y buenas intenciones, que está haciendo un curso de enfermedades tropicales para poder ayudar a las gentes de ese rincón de África al que pronto irá destinada (dicho sea con todo respeto y cariño hacia ella y hacia esas hipotéticas novicias) Pero pronto pasó a hablarme de novios y de salidas de fin de semana, y la imagen de la novicia perdió cierta nitidez. Lo que intentaba adivinar entonces era cómo la mirarían esos novios y esos compañeros de juerga cuando ella les hablara de su pasión secreta, aunque no sé, tal vez no la miraran de ninguna manera especial, pues según dicen todos los estudios la juventud española rebosa solidaridad y compromiso social.

Otro personaje al que tampoco he hecho justicia es el señor del sombrero, personaje que parece haberse hecho casi famoso gracias a la extraordinaria difusión de mi primera carta, pues cada vez que aparece alguien nuevo por el juicio me pregunta: ¿Quién es el señor del sombrero? Desgraciadamente en aquella carta aventuré una hipótesis poco afortunada sobre él . Dije (matizando que tal vez estaba juzgándole demasiado rápido) que era un nostálgico del antiguo régimen, cosa por la que fui reprendido por alguno de vosotros y que lamento haber escrito, sobre todo porque no es cierto. Y lo gracioso es que no me pareció un nostálgico del antiguo régimen porque leyera La Razón (muchos en la sala la leen, entre otros unos cuantos imputados), sino por el sombrero, cosa que me sigue pareciendo propia de gente un poco nostálgica, aunque no sea del antiguo régimen.

Como me temía, un día la noticia de mi primera carta le llegó y me pidió, muy amablemente como siempre porque es un señor muy educado, que se la hiciera llegar para poder leerla. Yo le advertí que en ella decía algo de él que tal vez le molestara, y luego se la envié por medio de su hija, ya que él no se maneja con esto de la informática. Al día siguiente se me acercó y de muy buen humor me dijo que le había gustado la carta, pero que él no era un franquista, y que de hecho en los años sesenta y setenta había simpatizado con el partido comunista, aunque no militado, y que durante varios años, ya en democracia, votó al PSOE, cosa que creo no va a volver a hacer en mucho tiempo dado como están las cosas. Le pedí excusas una vez más, aunque él no parecía pedírmelas, y el asunto quedó zanjado.

A diferencia de otros, este señor sí tiene una cierta vinculación personal con el terrorismo. No es vasco, pero resulta que en la década de los setenta vivió allí porque trabajaba (creo que como obrero, aunque no estoy seguro) en la construcción de la central de Lemóniz... ahí es nada. Es posible que los más jóvenes de entre vosotros no sepa de qué hablo, así que lo explicaré sucintamente: la central nuclear de Lemóniz fue un proyecto que arrancó en el tardo franquismo y que a principios de los ochenta, estando ya bastante avanzada su construcción y a pesar de contar con el apoyo del gobierno del PNV, se abandonó por la sencilla razón de que ETA había mostrado su oposición como suele hacer, es decir, cometiendo un sinnúmero de atentados y crímenes con un saldo final de cinco personas asesinadas y varios heridos graves, entre ellos un niño. Se ve que el supuesto ecologismo de los etarras no incluye al homo sapiens entre las especies a proteger. Por cierto, que uno de los actos más miserables que cometió ETA en aquel momento fue el secuestro y posterior asesinato del ingeniero José María Ryan, asesinato que, recuerdo bien, conmocionó a la opinión pública, y fue un anticipo de lo que sería algunos años después el asesinato de Miguel Ángel Blanco, aún más cruel si cabe.

Lógicamente ese periodo de su vida ha dejado profunda huella en mi amigo del sombrero, pero ahí no acaba la cosa. Resulta que fruto de su estancia en el País Vasco una de sus hijas (o hijos, no recuerdo) acabó casándose con un nativo (o nativa) de familia abertzale, y el pobre señor del sombrero tuvo que aguantar durante años una familia política, nunca mejor dicho, de las de toma pan y moja. Tiempo después la joven pareja se divorció y ahora nuestro hombre, cuando sus nietos le visitan, hace lo que puede para contrarrestar el lavado de cerebro que estos sufren en su tierra. Esperemos que los chicos salgan medio normales y no acaben odiando a ese abuelo tan cariñoso que tienen.

A día de hoy sigo sin saber qué opiniones políticas tiene este buen señor actualmente, y la verdad es que tampoco me interesa especialmente conocerlas. Nunca he tenido problema en relacionarme y tener amistad con gentes de cualquier ideología (dentro de unos límites bastante razonables, creo yo) Pero es que además Ilsa, que sabe mucho de juntarse con personas que no piensan necesariamente como uno, me está dando sin pretenderlo unas cuantas lecciones de cómo combatir nuestros propios prejuicios. Ella dice que acepta el apoyo de cualquier persona independientemente de dónde sitúe sus preferencias dentro del arco político, con algunas exclusiones también muy razonables. Basta con compartir con esas personas, dice, unos pocos principios básicos, que sintetizando podríamos resumir en el respeto a los derechos humanos. Pero lo más importante es que no juzga nunca a las personas por lo que dicen, sino por lo que hacen, es decir, que no prejuzga a nadie por lo que esa persona dice pensar, sino que la juzga por lo que con sus actos demuestra creer y ser. Y lo que demuestra el señor del sombrero viniendo todas las mañanas a la Casa de Campo es que cree en la justicia y que es una persona realmente comprometida y solidaria con sus semejantes, además de muy valiente. Lo demás se lo dejo a quienes necesiten poner etiquetas a todo bicho viviente.

El último personaje del que voy a hablar hoy (hay más, pero otro día) es ese joven cuyo padre fue asesinado por ETA. Hay muchas cosas admirables en él, entre otras que se venga desde Málaga, donde vive y trabaja como ingeniero de caminos, todos los lunes. A algunos les parecerá que ese esfuerzo es lógico tratándose de alguien cuyo padre murió a manos de quienes él combate, pero estoy seguro de que no hay demasiada gente capaz de luchar de una manera tan tenaz, constante y solitaria para que se haga justicia, aún cuando esa justicia que se reclama se le deba al propio padre de uno. No sé, pero a veces me recuerda un poco al personaje de Ringo en La Diligencia, aunque en esa película, dado que es un western, la justicia tenía la forma de un enfrentamiento cara a cara y revolver en mano con los asesinos. Aquí no se trata de eso, y lo único que nuestro hombre pide es la justicia de los tribunales que un estado de derecho debería garantizarle. En mi opinión, Ilsa y él son dos de las figuras más importantes de este caso, y sólo el hecho de vivir tan lejos, y por tanto de no aparecer por el juicio tanto como él quisiera, le ha privado de un lugar destacado en mis crónicas desde un principio.

Es cierto que con Ilsa coincido más en cuestiones tácticas, de forma, de estilo, o como queramos llamarlas. Por ejemplo nuestro Ringo es partidario de las camisetas reividicativas durante el juicio y nosotros no, y tampoco coincido con él en algunas apreciaciones sobre cosas que han sucedido en los últimos días, pero ¿quién demonios soy yo para dar lecciones de nada a un tipo como él? Deberíais verlo, con cuanto atrevimiento planta cara a los amigos y probables cómplices de quienes mataron a su padre, sin perder ni por un momento ni la serenidad ni el sentido del humor. Tiene cuajo suficiente incluso para acudir a programas de la televisión vasca a discutir cara a cara con destacadísimos prebostes del mundo abertzale, cosa que Ilsa me reconoce no es capaz de hacer, y yo, puestos a imaginar el caso, desde luego tampoco. De hecho no estoy nada seguro de qué buscaría yo si estuviera en su piel, si justicia como él hace o tal vez simplemente venganza.

Sin embargo, a pesar de su evidente empeño en llegar tan lejos como sea posible en esa tarea que se ha propuesto, parece alguien muy alegre, muy vital, a quien la tragedia que le ha tocado vivir no le ha amargado ni le ha cambiado ese carácter que tiene, bastante socarrón y siempre encantado de echar un ojo a no se qué chica que pasa a nuestro lado. Ya digo, como un personaje de John Ford.

Aparte del valor este tipo tiene otra de las cualidades que yo más admiro en una persona: la independencia. A los cinco minutos de estar con él uno se da cuenta de que es alguien que piensa por sí mismo, que no se deja manejar por nadie, cosa que le ha traído algún problema, y que desde luego tampoco intenta manejar a nadie . En estas dos virtudes que suelen ir juntas, valor e independencia, se parece bastante a Ilsa, aunque en otras muchísimas cosas sean opuestos, a pesar de lo cual, y precisamente por amar ambos la independencia, la suya y la de los demás, se llevan estupendamente y forman una "pareja profesional" muy completa y divertida. A mí, cuando sea mayor, me gustaría también parecerme a ellos, aunque sea a pequeña escala.

Hasta aquí, por ahora, este dramatis personae, aunque otro día seguiré con ello porque todavía hay mucha tela que cortar en la sala, y también porque espero que aparezcan nuevos personajes en esta obra que, como ya dije, aún ni siquiera está en su segundo acto.

Pero antes de despedirme os comunico algo sobre el blog. En principio iba a servir sólo para hacer públicas estas cartas, pero he leído que es muy importante que un blog se actualice al menos un par de veces por semana para "fidelizar a su audiencia", y me parece muy lógico que sea así. Como me es completamente imposible escribir más (qué alivio, ¿eh?) he pensado incluir algo así como otra sección, intercalada con estas cartas, en la que recoger los textos más interesantes que sobre terrorismo y nacionalismo encuentre en la red, y os aseguro que hay muchos. Así los visitantes del blog encontraran cada dos días más o menos algo nuevo y no se marcharan a Dios sabe qué paginas.

Como va a ser una sección constituida básicamente por recortes de otros textos, más un enlace al texto completo, había pensado bautizarla con algún derivado de ese neologismo que dije que me gusta tanto: copipego. Le he dado vueltas a varias posibilidades, tales como copipegotes, copipegatinas, incluso copipegamoides, pero al final me he decidido a utilizar la expresión inglesa, copypaste, que algunos castellanizan en la forma copipastear, y con la que yo doy a luz un nuevo termino al que auguro un gran éxito: copipastilla (se aceptará también la grafía menos castiza de copypastilla).

Así que ya lo sabéis, a partir de ahora un par de veces por semana como mínimo, una selección de lo mejor de la red en cómodas píldoras (no administrar en casos de úlcera gastroduodenal)

Un abrazo


Renault

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