miércoles

15 pingüinos

Madrid 14 de diciembre de 2005

Saludos a todos

El lunes prometí contar a quienes no estuvisteis en persona en la Casa de Campo lo que allí ocurrió, y a ello me dispongo, aunque esta vez tengo que tener cuidado con lo que digo, pues al ser unos cuantos de vosotros testigos y protagonistas de los hechos, sé que cualquier imprecisión mía será no sólo severamente censurada, sino que os hará dudar de la veracidad de lo que hasta ahora os he ido contando, y que juro que es cierto de punta a cabo (...)

A eso de las 4:15, como estaba previsto, llegué a los exteriores de la audiencia y para mi sorpresa me encontré no sólo con algunos de vosotros, sino con una troupe de ultraderechistas, tal vez cerca de treinta, a los que os aseguro que yo no había invitado. Y esa no fue la única desafortunada coincidencia del día, pues según nos informó la policía también había acudido a la sala, y de hecho ya estaba dentro, otro grupo, esta vez de pacíficos estudiantes de derecho, que nos habían dejado sin posibilidad de estar presentes en la vista pues con ellos el aforo se había completado.

Así que allí nos encontrábamos los quince amigos, fuera de la sala y sin muchas posibilidades de entrar, y en la grata compañía de los salvadores de la patria española que, protegidos y/o contenidos por unas vallas y una docena de policías, se dedicaban a insultar a grito pelado a los salvadores de la patria vasca que iban entrando en la sala. Nosotros, sin duda gente con ambiciones más modestas, parecíamos más preocupados en salvarnos a nosotros mismos si la cosa se ponía realmente fea y, agrupados como hacen los pingüinos en el polo, nos movíamos de un lado a otro alejándonos cuanto podíamos de las "zonas calientes". Entrecomillo zonas calientes no sólo por ser metáfora, sino porque para colmo de males hacía un frío de mil demonios, y mientras los ultras se calentaban dando voces, los policías empujándoles, y los batasunos entrando en la sala, nosotros, que no hacíamos nada de eso, nos íbamos quedando helados.

Debíamos componer un cuadro realmente patético: dos médicos, un marino, una enfermera, dos profesoras, una abogada, una actriz, dos historiadores, un periodista, un barman, tres guionistas, y dos personas cuyo oficio desconozco, intentando no temblar ni de frío ni de miedo en mitad de un fregado entre profesionales de la algarada callejera. Ya digo, como un grupo de pingüinos en la nieve, con las orcas esperándoles al pie del acantilado y los osos polares alrededor suyo enseñándoles los dientes.


Cuando por fin los encausados hubieron entrado en la sala aquello se calmó un poco. De vez en cuando los ultras creían ver a uno de los otros asomándose a la ventana, y otra vez empezaba la retahíla de insultos, que por cierto era de una pobreza léxica tal que por sí sola justificaría una reforma educativa. Digo esto porque muchos de aquellos zulús no debían tener más de veinte años, como mucho, si bien es verdad que entre ellos también había algunas señoras de edad provecta que no callaban en su letanía de improperios, daba igual si la escuchaban los destinatarios de su bilis o no, un poco como esos locos que van por la calle dando voces no se sabe a quien. Hubo también algún intento de los ultras de romper el cordón policial, que fue convenientemente frustrado por la fuerzas de orden, aunque según me contaba ayer un policía, el osado defensor de las esencias patrias que parecía liderar la embestida, le decía al agente que tenía frente a él mientras amagaba con saltar la valla : ¡Tú haz que me agarras, tú haz que me agarras!

Así transcurrieron las dos horas siguientes y al final la vista, que no se había reanudado por incomparecencia de los traductores, fue definitivamente suspendida. No voy a hablar del tema de los traductores, pues éste y otros asuntos han sido magníficamente tratados por otro de los allí presentes, concretamente el barman, en un texto que os adjunto y que está colgado en el blog de Arcadi Espada. Acabo de recibirlo por correo electrónico y se lo agradezco infinito, sobre todo porque compruebo que mi visión de los hechos coincide plenamente con la suya, y eso me reafirma en mi idea de que no estoy loco, por mucho que algunos, incluso alguno de vosotros, digan que lo parezco. Ya le dije a nuestro amigo que dada su profesión le venía que ni pintado el seudónimo de Sacha, el barman de Casablanca, pero creo que después de leer su carta todos coincidiréis conmigo en que está mucho más próximo a alguno de esos taberneros filósofos que aparecen en las películas de John Ford.

Total, que aparentemente la convocatoria acabó resultando un rotundo fracaso... Bueno, digo que aparentemente, porque en realidad fue todo un éxito, al menos en mi opinión. Los medios de comunicación desde luego no se hicieron ningún eco de nuestra presencia, pero todos sabemos, y sobre todo los más críticos con "el sistema" deberíais coincidir conmigo en esto, que lo que cuenta la prensa es sólo un pálido reflejo, a menudo deformado por los intereses más diversos, de la compleja realidad de las cosas. Por ello voy a ser yo quien enuncie los pequeños grandes logros que alcanzamos los quince allí reunidos.

- Si no hubiéramos estado allí, la cruda realidad hubiera sido que a la entrada de la Audiencia Nacional solo había un grupo de fascistas que, lejos de apoyar el proceso, lo que pedían era que se enviara sin más a los encausados al paredón o a la cámara de gas. Pero, digan lo que digan los periódicos, el hecho es que allí también había quince personas que con su silenciosa presencia mostraban su apoyo y su fe en a la justicia. Presencia silenciosa digo, pero tremendamente elocuente y pertinaz. Al cabo de esas dos horas todos los fascistas sin excepción se habían largado, mientras que nosotros permanecíamos a pie firme en nuestro puesto. Y con eso demostramos, tal vez a nosotros mismos nada más, aunque sin duda esa es la demostración más importante de todas, que éramos más fuertes que ellos aunque menos numerosos (por ahora)

Al parecer, mientras todo esto sucedía en el exterior, dentro de la sala de prensa el corresponsal de El País comentaba con otros compañeros suyos que la presencia del grupo ultra debía estar relacionada con esa primera carta mía que ha tenido tanta repercusión. Ayer martes me acerqué a ese periodista y tuve una charla con él en la que le expliqué lo poco que había de cierto en esa suposición. Me gané su confianza, estuvo muy amable conmigo, y no me cabe la menor duda de que ahora está mejor informado. Espero que transmita esa información a sus colegas acreditados en la sala y les saqué del error al que les llevó con su apresurado comentario.


- Como narra nuestro barman algunos de los nuestros evitó con su intervención una más que probable agresión de los fascistas a los familiares de los encausados. Si no hubiéramos estado allí quién sabe si en la portada de muchos periódicos nacionales, y sin duda en la de casi todos los de allí, hubiera aparecido la noticia de que un ciudadano vasco había sido agredido por un fascista español. Ayer uno de esos familiares o amigos de los encausados, un hombre mayor con aspecto muy rústico y que en la sesión de la tarde acostumbra a llevar sobre la oreja derecha el mondadientes que ha utilizado durante la comida, me reconoció y se acercó a mi... ( por mi proverbial humildad intentaba evitarlo, pero no tengo más remedio que reconocer que yo fui uno de esos valientes que, con fuerte levante y gran riesgo para sus vidas, evitó la agresión) El tipo, con media sonrisa, me preguntó si yo pertenecía a una asociaciación de abogados de Madrid que... No le dejé continuar, le dije que yo no pertenecía a ninguna asociación. Se quedó desconcertado, se le borro la media sonrisa, y se largó. Desde entonces no ha vuelto a ser capaz de mirarme a la cara. Solo por eso lo del lunes mereció la pena para mí.

- Ya lo ha contado también nuestro barman, pero voy a añadir algo referido a ese café (un vino en mi caso) que nos tomamos para salir de la hipotermia. Allí no solo estuvimos nosotros quince, sino también Ilsa, un abogado en practicas que asiste como observador al juicio, una estudiante de derecho que aunque nunca he mencionado está por allí casi todos los días, y el hijo de un fiscal asesinado por ETA que jamás ha pedido venganza sino simplemente justicia (y que para más inri recibe de vez en cuando palos de la AVT y de la COPE). Creo que solo por el hecho de que esas personas nos vieran allí, por la sensación de que todos juntos en aquel bar entrábamos en calor, podemos calificar lo ocurrido como rotundo éxito (y si esto no es estar con las víctimas cuando lo necesitan, que venga Dios y lo vea)

- Hubo también algo muy pequeño, tanto que pasó inadvertido para la mayoría, pero que para mi fue la imagen del día. Nos habíamos quedado solos frente a la audiencia. Era ya noche cerrada y a unos metros de nosotros había algo que muchos no habíamos visto. De la rama de un árbol próximo colgaba una cuerdecilla que los ultras habían puesto allí y en la que habían hecho un nudo simulando una horca. Era una imagen ridícula a la vez que siniestra, como tantas veces sucede. Entonces uno de los nuestros, una mujer concretamente, se acercó allí discretamente, como es habitual en ella, y se puso a deshacer el nudo. Fue un gesto sencillo, desprovisto de la grandeza épica del que antes habíamos protagonizado los chicos frente a los ultras, y aunque a mí me recordaba un poco a esas escenas en las que un artificiero desactiva una bomba, no había en él ninguna tensión, sino que parecía más bien algo hogareño. Fue un gesto puramente simbólico, sin finalidad práctica alguna, y por ello tremendamente valioso, tan íntimo además que casi nadie lo vio, fue algo que aquella mujer hizo no para la galería ni para la posteridad, sino simplemente porque le repugnaba estar junto a eso. Cuando terminó, del árbol sólo colgaba una inofensiva cuerdecilla, que tal vez siga allí, sin que nadie pueda pensar al verla que en algún momento fue una bomba. Y yo, no tengo más remedio que decirlo, me sentí muy orgulloso de dormir todas las noches junto a esa mujer.


Prometí también el lunes aprovechar esta crónica para responder a la última carta de mi amigo José. Creo que lo que he relatado arriba podría en cierto modo ser considerado como una respuesta, aunque ciertamente indirecta y poco argumentativa. Voy por tanto a entrar directamente en la polémica, aunque no quiero extenderme más aún de lo habitual en mí, e intentaré por una vez ser muy sintético.

He recibido varías cartas vuestras sobre esta polémica, y agradezco y valoro muchísimo todas y cada una de ellas, pero por razones de espacio me limitaré a dar voz a uno solo de vosotros, que escribía:


Amigo Paco:

Si es posible sumarse a este interesantísimo debate, me gustaría apuntar únicamente un argumento. A diferencia de lo que opina tu interlocutor, yo no creo que necesariamente asistir a un juicio como público sea presionar a los jueces. O por decirlo mejor, habría que analizar qué tipo de presión realiza cada cual, porque lo que yo no puedo tolerar es que se coloque en la misma balanza la de unos y la de otros. Ahí van mis razones. Me parece no sólo razonable, sino simplemente evidente, entender que la presencia de los "borrokas" supone una presión, incluso una coacción, porque el juez sabe que detrás de esos paisanos puede estar la pistola de ETA: una amenaza tangible, real y concreta. Y nada gratuita; no sería la primera vez que la banda armada atenta contra jueces. Ellos (el sector nacionalista que respalda y justifica las acciones terroristas) tienen mucho interés en recordárselo al magistrado. Y por eso van. Y cuantos más mejor.

En cambio, ¿qué tipo de presión realiza el ciudadano común? ¿Hay alguna posibilidad de que el juez vea en tu rostro y en el de quienes te acompañan el dedo acusador de un superior que pudiera cesarle, por ejemplo, o causarle algún mal personal? Puede pensarse que en vosotros ve la posibilidad de una reprobación pública, en el caso de que no condene a los acusados. Pero eso es mucho decir. Seguramente tú aceptarás con deportividad lo que decida, incluso si no te gusta. Ni tú ni los demás pertenecéis a un grupo organizado que pueda tomar represalias.Ni siquiera pertenecéis a una asociación de mujeres que inmediatamente puede emitir un comunicado reprobatorio de la sentencia. Sois ciudadanos individuales. Esa es vuestra fuerza y vuestro límite.En fin, me parece que no hay parangón posible entre los dos tipos de "coacciones".

Pero es que, además, no entiendo por qué habríamos de tener pudor en asistir a las salas de justicia. Ya se encargan los tribunales de determinar qué causas son públicas y cuáles no, para proteger derechos de causa mayor. Y las que son públicas, lo son porque se entiende que la Justicia no es algo propio de unos funcionarios, sino que está ligado con la sociedad, que tiene derecho a conocer, y saber, de primera mano, qué es lo que ocurre. Esos funcionarios no son más que los depositarios de una misión social que en un Estado Democrático es esencial y concierne a todos. Eso es lo que estáis haciendo vosotros: ejemplificar el interés de la sociedad por este asunto. Y en la medida en la que es así, y no os dedicáis a lanzarle indirectas al juez por los pasillos del tipo (¡Cuidado con absolverlos, qué conozco el colegio de tu niña!) el magistrado no puede más que sentirse respaldado por vosotros y coaccionado por ellos. Así lo veo yo.

Un saludo

Vidal

Nada que añadir por mi parte sobre este tema, aunque sí lo haré sobre otros.

- Dije, y lo repito, que de manera genérica batasuna y alrededores son un montón de psicópatas encantados de haber colaborado en los más horribles crímenes. La colaboración moral no necesito demostrarla, puedes hacerlo tú consultando en las hemerotecas los actos de homenaje a los etarras muertos en las más diversas circunstancias, los honores que les otorgan sin parar, las campañas de acoso hacia las víctimas, etc, etc. La colaboración material ha sido demostrada en otros juicios, y espero que también en este.Y en cuanto a lo de psicópatas ¿cómo calificarías tú a quienes después de un asesinato llaman por teléfono a la viuda del muerto y le piden que les devuelva la bala con que lo mataron? Si en algún comunicado de batasuna encuentras un mínimo de humanidad hacia las victimas de ETA, por favor no dejes de dárnoslo a conocer.

- Manda huevos, y perdonad la expresión, que menciones en un mismo mensaje el caso Atutxa y el caso Pinochet, sin darte cuenta de que ambos son las dos caras de la misma moneda: una intervención política que puso freno a una decisión judicial, con la diferencia de que lo que hizo Atutxa fue, como poco, muchísimo más discutible jurídicamente que lo que hizo el parlamento británico.


- Dices: ya que hablamos del PNV te diré que lo considero un partido plenamente democrático, no sólo entrecomilladamente democrático. Es democrático porque en su programa acepta los principios democráticos, porque ha sido víctima de persecución por la defensa de valores democráticos y porque en su funcionamiento interno se respetan los principios democráticos. No hay más que eso. Desde luego no es mi partido y te diré que en general detesto a los partidos nacionalistas de toda laya, también a los nacionalistas españoles. Igual tampoco eres consciente de que lo que dices del PNV es perfectamente aplicable al PP, con el agravante de que no ha sido, sino que es ahora mismo perseguido por su defensa de valores democráticos en el País Vasco, aunque desde luego allí cuenta con el apoyo valiente y decidido del PNV, que hace a diario desde hace años lo que nosotros hicimos el lunes por los batasunos. Añadiré también que estoy bastante harto de oír decir que se detesta a los partidos nacionalistas, para a continuación arremeter contra partidos supuestamente nacionalistas (que yo sepa ni PP ni PSOE se definen como tales) y no decir una sola palabra contra aquellos otros que proclaman a los cuatro vientos que el nacionalismo es su misma razón de existir.

- También decías que lo del estado agónico era un delirio mío. Ojalá tengas razón. Pero más allá de argumentar mi opinión en lo que en los últimos meses está sucediendo con el Estatut y similares cuestiones, me remitiré a algo que ya ha mencionado nuestro barman en su escrito. Desde un medio de comunicación público se están dando instrucciones a los periodistas, reiteradas y expresas, de que dejen de hablar de lo que sucede en el País Vasco, aunque sí se les "sugiere" que hablen del caso Atutxa o de Patxi López, para echarles un capote por supuesto. Así de claro, y con estas palabras, me lo contó uno de esos periodistas este fin de semana. A mí, el que un medio público niegue la voz a quienes sufren el acoso terrorista me parece un síntoma de que el estado, en efecto, parece querer abandonar a los ciudadanos a su suerte.

- Supongo, tal vez me equivoque, que te consideras de izquierdas. ¿Cómo es posible que desde la izquierda se critiquen las certezas morales, el deseo (que no añoranza) de un estado fuerte, o la implicación de los ciudadanos en la administración de la justicia? Hace años esas eran cosas que la izquierda defendía y por las que algunos incluso luchaban. Se ve que ahora para muchos ser de izquierdas es no tener ninguna certeza moral, desear un estado cuanto más débil mejor (los estados fuertes se los dejamos a los nacionalistas), y delegar absolutamente en manos de los funcionarios la justicia y otros poderes del estado. Entonces ¿en qué cree esa izquierda? Ah, se me olvidaba que esa izquierda no tiene certeza moral de nada, y por lo tanto difícilmente puede creer en nada. Luego, eso sí, nos sorprenderemos de que la ultraderecha, los nacionalistas, o los integristas religiosos de cualquier especie, sean cada día más fuertes... igual es porque ellos sí creen en algo y nosotros no.

Bueno, hasta aquí la polémica por mi parte, pero no la carta. Acabo de decidir que no voy a pedir más excusas por escribir tanto, porque es evidente que el que quiera leerme lo hará porque le interesa, y el que no tirará mis mensajes a la basura, así que se acabaron las disculpas y los complejos y os cuento un par de cosas de lo sucedido ayer martes en la sala.

Probablemente lo más importante de todo sea como está avanzando el juicio, aunque en realidad es a lo que menos tiempo dedico en mis cartas. El caso es que la tónica parece no variar mucho. La presidenta de la sala sigue ordenando que se lean todos los documentos que la defensa reclama, como el que se leyó ayer , un documento interno de Egin en el que se decía que el tiempo de las iniciativas espontáneas e independientes en el MNLV había terminado, y que ahora todos tendrían que obedecer disciplinadamente las ordenes de la dirección del MLNV. Yo no veo más que dos maneras de entender esto: o toda la trama civil del MLNV estaba a las ordenes de ETA, o ETA estaba a las ordenes de alguien de la trama civil del MNLV, cosa poco probable pero muchísimo más grave. Lógicamente el cabreo de la defensa cuando la presidenta ordenó leer este documento fue monumental. Se ve que ellos tienen puestas todas sus esperanzas en que no se lean los documentos incautados por la policía, aunque también parecen seguir la estrategia de culpar de todo a uno de los suyos, que debería estar en la sala como encausado, pero que con probabilidad no va a ser juzgado nunca pues está incapacitado por una gravísima enfermedad.

Por la tarde me fui pronto para empezar esta carta, y por atenderos a vosotros me perdí algo también interesante. Al parecer el director y la directora adjunta de Egin admitieron haber celebrado en 1992 una reunión con el etarra Txelis. Según dijeron, en esa reunión realizaron al terrorista una entrevista meramente periodística... entrevista que jamás fue publicada. Seguro que hay algún mal pensado que duda de tan coherente y lógica explicación. De todas formas dejaron en muy mal lugar al tal Txelis por decir en esa entrevista cosas que ni el propio Egin consideraba dignas de ser publicadas.

Pero a primera hora, antes de entrar a la sala, cuando estábamos en el vestíbulo, sucedió algo que al menos para mí fue lo más emocionante del día. Estábamos los cuatro de siempre rodeados de los cuatrocientos de siempre (en realidad son solo unos ochenta, pero bueno) Sin embargo me pareció ver gente nueva entre sus filas: acompañados permanentemente por una traductora allí había tres individuos, con todo el aspecto de acabar de llegar de algún lugar de centroeuropa. Se les veía gente seria y formal, que escuchaban casi sin decir nada lo que les contaban los imputados en el caso y sus abogados. Uno de los nuestros me confirmo lo que ya sospechaba: esos tres señores eran observadores alemanes que la defensa había traído con la intenión de que vigilaran por la limpieza del proceso, o mejor dicho, de que certificaran el atropello al que estaba siendo sometido el pueblo vasco. Uno de nosotros me dijo que el día anterior, el de la suspensión, ya habían estado allí, y que algunos de los nuestros había conseguido hablar con ellos. Pero lógicamente yo pensé que no debía privarles de una conversación conmigo, que para un extranjero que pasa por Madrid es algo casi tan importante como visitar el Museo del Prado o intoxicarse con una sangría en la Plaza Mayor. Así que cuando observé que uno de aquellos teutones se alejaba del grupo y subía las escaleras en dirección al servicio, le seguí.

Tenía que aprovechar ese momento en el que iba a estar solo, incluso sin la inseparable traductora de la que se había desprendido por razones de fuerza mayor. Entre en el servicio y afortunadamente allí no había nadie más que el, ocupado en sus asuntos en uno de los dos urinarios. Supongo que por no imaginar otras cosas, pensé en aquello como en un encuentro entre dos espías de película, y me situé en el otro urinario. Allí yo no hacía sino fingir que estaba haciendo algo que en realidad no estaba haciendo, porque estaba tan nervioso que no podía hacer nada de lo que se suponía que debería hacer allí, e incluso era incapaz de... me estoy liando y va a ser peor, así que os ahorraré estos detalles. Sin perder tiempo empecé a hablarle en ese inglés mío al que tanto tiempo dedico últimamente, y le dije que quería hablar con él si no tenía inconveniente, que yo era un ciudadano de a pie sin implicación directa en el caso y que...

Un batasuno con la camiseta reglamentaria entró en el servicio y me vio hablando con él. Con la esperanza de que hubiera puesto todos sus capacidades en aprender euskera y no inglés, hice caso omiso de su presencia y continué diciendole al alemán que quería hablar con él, pero a solas, y que cualquier momento sería bueno para mí. Me dijo que por supuesto lo haría, y que ellos estaban allí para hablar con todo el mundo. Me fui y durante todo el día estuve atento a cualquier indicio de que quisiera tener esa conversación conmigo, pero no pasó nada. Espero poder tenerla algún otro día, si es que van a quedarse suficiente tiempo como para observar algo en serio.

Me han dicho mis amigos que esos alemanes son gente que viene con la mejor intención, aunque absolutamente ignorantes de lo que sucede en el País Vasco, es decir, que sólo conocen la versión de batasuna de todo esto. Yo, en principio, no me fío nada, ni de ellos ni de otros abogados españoles que, toga incluida, asistían ayer al juicio entre el público. Ojalá me equivoque y sea gente dispuesta a trabajar buscando la verdad, y que no se conformen con la peculiar versión de la verdad que les van a proporcionar para que le echen una firmita. Ojalá sean solo infundadas sospechas mías, pero hay cosas demasiado elocuentes. No me parece lógico que un observador se pase el día con una de las partes, se sienten en la sala a su lado, coma con ellos, etc. Los abogados españoles también se sentaron con sus togas en su bancada, cosa muy extraña dado que en la suya apenas había sitio mientras que la nuestra estaba prácticamente vacía. Aparte de eso me extrañaría tanto ver gente capaz de afirmar pública y oficialmente que el proceso es limpio, si es que así lo cree, que no tengo más remedio que desconfiar.


Pero no quiero acabar mi mensaje con pesimismo. El lunes los quince que acudisteis demostrasteis que aún hay mucha gente dispuesta a comprometerse con lo que cree justo. Cada día recibo nuevas muestras de felicitación y apoyo de amigos y de gentes a quienes no conozco, y estoy convencido de que esto no ha hecho más que empezar. Tengo la certeza moral de que la razón nos acompaña y una enorme fe en nuestras convicciones, y por eso sé que no fracasaremos.

Gracias y hasta pronto

Renault



LA VERSIÓN DEL BARMAN


Ayer un grupo de ciudadanos absolutamente independientes éramos convocados por nuestro amigo X. para acudir al macrojuicio contra la red financiera y política de ETA, simplemente para dejar constancia de que creemos que este juicio es fundamental en la historia de nuestra democracia, para no dejar solos frente a los encausados y quienes les acompañan en numeroso grupo a las víctimas que se personan como acusación, para demostrar nuestro apoyo a un sistema judicial en el que confiamos.

Ay! Pero la democracia en este país comienzo a pensar que tiene mala suerte. Según nos dirigíamos al lugar del juicio, las dependencias de la Audiencia Nacional en la Casa de Campo nos informan por el móvil que la Falange ha elegido el mismo día para acudir por allí. Y allí nos vemos nosotros. Un grupo de personas serias y silenciosas, apartadas de la niños de la falange que a las órdenes de un tipo con abrigo azul comenzaban a insultar a los encausados y a sus abogados según iban llegando, a gritar el horrible grito de ¡Pena de muerte! O el de ¡Viva España! (Una España en la que obvio es decirlo que no creo pues la mía es otra) con una suerte de excitación que yo nunca he conocido. Mientras nosotros trátabamos de seguir manteniendo una prudente distancia frente a su inútil violencia, mientras las cámaras de Gara nos enfocaban por igual a nosotros y a ellos. Nuestros intentos de contactar con alguien de la prensa habían sido inútiles (algún periodista de algún medio público le habían dado orden expresa de no volver a hablar del “tema vasco”) y a los demás parecía fascinarles mucho mas los insultos y la movilidad sin tino de los fascistas que la calma y el sosiego de quince personas que nadie acertaba a saber muy bien que hacían allí.

Por fin entran todos los encausados y la cosa se calma e intentamos formar una cola para cuando se habrá la sala al público. Nosotros y unos pocos familiares de los acusados, que sabe Dios por qué cada vez se arrimaban más a nosotros. Quizás fuese por que las miradas de los fascistas se dirigían hacia ellos con odio mientras que a nosotros solo nos obsevaban con evidente incomprensión. Al final uno se dirige a nosotros.

- ¿Qué te han dicho?

- Qué si éramos familiares de los encausados

- Y que les has dicho

- Que no

Todo termina con una pequeña pelea, en la que alguno de los nuestros con verdadero talante negociador se dirige a los fascistas intentando convencerles que no hacen ningún favor (sino todo lo contrario) a las víctimas que están todo el rato presentes en sus gritos pero la verdad es que el tener talante negociador no significa en absoluto que te vayan escuchar (que si escucharon) mucho menos a comprender (que no comprendieron).

Al final tanto radicales de un lado como de otro se van yendo, mientras quedamos allí los otros. Quince personas que van entrando en estado de congelación porque la tarde es fría, muy fría. Y los policías tienen relevos y nosotros no. Los agentes, claramente apiadados de nuestro estado, nos informan de que no se sabe si se va a suspender la sesión porque no hay traductores. Llegamos a la conclusión estúpida y verdadera de que este país es diferente, quizás el único país del mundo en donde pueda suceder que unos jueces, fiscales, abogados y acusados que hablan el mismo idioma necesiten traductores y encima el Estado se les facilite. El único, desde luego, en donde después de haber atendido esa misma mañana sus reivindicaciones laborales esos mismos traductores no se presentan luego a cumplir con su labor tan a todas luces gratuita.

Tras dos horas de congelación, los quince ciudadanos libres y demócratas y desconocidos entre ellos, algunos venidos desde fuera de Madrid reciben la noticia de la suspensión del juicio hasta el día siguiente y se van a tomar un café con leche bien caliente y durante su consumo, sin necesidad de traductores todos ellos se reconocen como buenas personas, ingenuas y quiero creer que algo quijotescas en lo que de loco y de noble tiene el término.

Al final mañana nuestro amigo X. volverá a estar prácticamente solo en la sala, mañana vendrán seguramente autocares del País Vasco que traerán docenas de personas que apoyan a los encausados y que odian a jueces y fiscales y probablemente a mi amigo X, la sesión se celebrará sin que esta sociedad parezca querer saber nada del juicio políticamente mas importante de nuestra corta historia democrática y en quince hogares de la geografía de España el consumo de Ibuprofeno subirá en dosis apreciables.

Pero creo que nunca me lamentaré de haber hecho el ridículo de esta forma
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